#40NavarrosConfinados por Pedro Pérez Bozal
El fiterano Javier Frías Alfaro fue despedido de su pueblo con honores el pasado mes de noviembre. Y el motivo no era para menos: se iba a Australia a buscarse la vida. Él no sabía en ese momento, imprescindible poner voz de documental barato, la aventura tragicómica que tenía por delante.
Llevabas unos meses fuera...
Sí, el 19 de noviembre de 2019 me fui a Australia a aprender inglés y a buscar trabajo. Me quería ir a un sitio que no me ofreciese facilidades para volver cada poco tiempo, por lo cual descarté Inglaterra o Irlanda.
Mi intención no era apurar el visado del año: pensaba que podía volver a finales de agosto o principios de septiembre, quizás para las fiestas de la Virgen de la Barda de 2020. Pero he sufrido un cambio de planes por fuerza mayor.
Al menos he disfrutado cuatro meses de la experiencia: tres de ellos los pasé en una academia de inglés y al principio me costó. El primer mes no conocía a nadie. Pero al final hice 'piña' con un grupo de extranjeros. También me fui a una granja a vivir...
¿Cómo es eso?
Tengo que admitir que me habían hablado muy mal del sitio, pero en el grupo de amigos decidimos hacer oídos sordos, dar el paso y dejar la ciudad de Brisbane para conocer la zona rural de Australia de primera mano.
Los ciudadanos extranjeros suelen ir a las granjas porque si trabajas allí durante tres meses el Gobierno te garantiza la posibilidad de renovar el visado en el país por un segundo año. La gente no suele a ir a las granjas para ganar mucho dinero.
La parte más positiva que tenía el plan era que apenas tenía gastos. Y la cosa funciona un poco así: tú vives en un hostal rural muy barato y te surge trabajo. Yo empecé en un campo de fresas, allí hacía siete horas diarias y nos pagaban por fila recogida, no por horas.
Pero el problema es que de pronto, no sé muy bien por qué, comenzó a escasear el trabajo: no había fresas que recoger. Luego empezamos a recolectar tomates. En esta labor recuerdo que realicé una jornada de cuatro horas y apenas gané quince euros en total. Pero los de los tomates nos dijeron que teníamos que descansar cinco días porque no había frutos que recolectar y esto nos animó a regresar a la Brisbane.
¿También realizaste otras tareas?
Así es, fui repartidor de comida a domicilio. No estaba mal: trabajabas cuando querías, porque encendías una aplicación y te ponías a repartir a la hora que eligieses. Y si metías muchas horas te llegaba para sobrevivir.
El problema en este trabajo fue que me robaron la bici. El vehículo estaba valorado en 2.000 euros y gracias a un seguro tuve que pagar 'solo' 600 a plazos. O sea, que tampoco gané demasiado dinero repartiendo comida rápida.
También creo que comenzaste una labor comercial...
Antes de venirme había conseguido un trabajo que me gustaba y que me ayudaba con el idioma. Mi labor era la de ir casa por casa para vender placas solares. Pero a la segunda semana 'estalló' la crisis del coronavirus y ya no nos abrían las puertas por una lógica desconfianza.
Recuerdo que fuimos un compañero de trabajo y yo a casa de un señor que estaba apostado en el porche de su casa. Las noticias sobre el coronavirus iban cada día peor y la gente estaba alterada: este señor mayor, al ver que nos acercábamos a hablarle, se levantó de su silla y nos persiguió enfurecido. Corría tras nuestra haciendo aspavientos amenazantes al grito de "¡Go home!" (marchaos a casa). Creo que nos quería pegar (ríe)...
¿Decretó el Gobierno australiano el confinamiento generalizado, como en España?
No al cien por cien: se podía salir de forma individual y se podía coger comida en bares y restaurantes para tomarla fuera. El asunto es que hacía buen tiempo y, claro, la gente se arremolinaba en los parques a comer. En el edificio en el que yo vivía había una piscina común y mis amigos venían a tomar cervezas y comida.
¿Por qué te marchaste de Australia?
En la última semana que estuve allí surgieron los problemas: el Gobierno australiano no había anunciado si tenía intención de ayudar a los extranjeros, mi casero aseguraba que no podía rebajar el precio del alquiler, y la embajada española recomendaba salir del país a todos los ciudadanos extranjeros que no tuvieran el visado permanente.
Vi que tenía dos certezas: en Australia iba a estar mucho más cómodo. Y es que no multaban por hacer deporte al aire libre, el confinamiento era más flexible y se podía mantener cierta vida social dentro de unos horarios razonables. Pero también en Australia podía quedarme 'bloqueado'...
¿Y eso?
Porque los aeropuertos se estaban cerrando, no tenía demasiadas expectativas de trabajo y allí podía resultar una carga económica para mi familia. Fue entonces cuando miré billetes de vuelta para ese mismo día y me asusté: no había pasajes por debajo de los 5.500 euros, cifra que multiplicaba por siete la cantidad que se suele pagar por un trayecto de estas características.
Al final esperé un poco, crucé los dedos para que no cerrasen aeropuertos y compré un billete con quince días de antelación en British Airways por alrededor de 600 euros. Pero había rumores de que esta aerolínea podía suspender vuelos y entonces salió la noticia del acuerdo entre el Gobierno español y la otra operadora que volaba hacia España, Qatar Airways, que garantizaba la realización del viaje.
Entonces al mirar el vuelo de British Airways lo cancelé, un poco sin querer, y, asustado, compré uno 'más seguro' en Qatar Airways por alrededor de 1.000 euros. Al menos conseguí que British Airways no me cargase el precio del vuelo. Y entonces volví a España: estuve veintitrés horas encerrado en un avión. En este trayecto, en el que el avión realizó una escala para cargar combustible en Singapur, me vi cinco o seis películas.
Una bici robada, una granja desolada y un anciano en busca de bronca. Aun así creo que estás contento con la experiencia...
Ha sido muy buena. Lo que más me gustó fue la parte rural, con casas rodeadas de campo y separadas entre sí por muchos metros. Las navidades las pasé muy bien en casa de Talia Klein, que es una chica muy simpática que tiene familia en Fitero. Y su pueblo me encantó...
Por el campo te podías encontrar a un canguro con la misma facilidad que aquí ves a un conejo. Los canguros no son agresivos. Eso sí, me encontré por un camino con un ejemplar grande, al que tuve a apenas cinco metros, y me dio miedo.
¿Lo mejor y peor de Australia?
Yo me quedo con la espina de no haberme introducido más en la sociedad de allí. Porque al final estuve mucho tiempo en una academia con otros extranjeros como yo y apenas interactuábamos con los autóctonos.
La sensación que me dio, en mi ronda como comercial de paneles solares, es que la gente es más auténtica, no le dan tanta importancia a la imagen; también creo que la comida de allí es peor que la de aquí; y lo bueno de las antípodas es que en Australia se gana más dinero que en nuestro país.
¿Qué tal lo llevas aquí?
Muy aburrido, pero al menos me he puesto a trabajar en el proyecto de un libro sobre la salvación de Osasuna en Sabadell en el año 2015. Este trabajo quizás pueda servir de guión para un documental que haga mi hermano Pablo, que ya tiene un clip documental sobre este mítico encuentro titulado 'A un minuto de la desaparición'.
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