#40NavarrosConfinados por Pedro Pérez Bozal
Ramón Pérez Peña es un fiterano ausente que nació bajo la sombra de las Clarisas. Hijo del Sinfo y la Ángeles se recrió en Dinamarca durante medio siglo y en su otoño personal decidido emprender su enésimo brinco vital hacia Salamanca, antepenúltima parada según sus planes.
Este veterano de espíritu libre y carácter juvenil exhibe una naturalidad que a veces resulta incómoda para su interlocutor. Eso sí, en su mente cobija sin estridencias el sustrato social sureuropeo y el pragmatismo escandinavo protestante. A e-Ribera.com nos atiende desde el balcón, quizás porque se niega a alejarse del sol que tanto añoró durante décadas.
¿Cómo estás?
Parece mal decirlo, pero estoy dando saltos de alegría simplemente por existir. Tengo casi ochenta años y sé que la gente protesta por el confinamiento. Pero el que se aburra que piense en cómo lo pasan en África. Que imagine cómo lo pasan en Sudamérica. Que sepa que más de medio planeta vive peor que ellos.
¿A través de qué cauces te informas?
Acabo de escuchar en Radio Nacional de España los datos bajísimos de Escandinavia. En Dinamarca, Noruega y Suecia la situación parece más o menos controlada. Me alegro por ellos. Porque hacen los deberes y tienen premio.
¿Sigues cocinando?
Consumo más fruta y verdura al año que todo mi vecindario junto. Mi secreto es no usar el congelador, no tener microondas y no utilizar el horno. Aunque, he de decir, que estos días no puedo consumir tanto producto fresco y he tenido que estrenar el congelador para alojar una serie de panecitos que me voy dosificando.
¿Cómo ha cambiado tu vida?
Sigue siendo parecida: no tengo televisión ni la necesito. Me despierto con la información de France Culture y la BBC3 (emisoras radiofónicas públicas de Francia y Gran Bretaña que sigue a través de internet).
Me da pena no poder salir a la Escuela de Idiomas, pero sigo haciendo mis deberes para que el francés no se me oxide. También escucho misa en inglés. Al final los idiomas son la única 'posesión' que me ha interesado conservar en todos estos años.
Y tengo la suerte de que en mi vecindario, donde viven alrededor de veinticinco familias, hay dos buenos samaritanos que me hacen la compra para no exponerme al virus: uno es Javier, que es un militar muy estricto.
Y el otro es un testigo de Jehová que tiene una empresa familiar informática. En anteriores ocasiones vitales los de su religión me han querido convertir. Pero no he aceptado. Y eso que ellos son 'nuestros hermanos', rezamos el mismo credo y algunos de ellos, por ejemplo este señor que me hace la compra, son personas muy honestas.
¿Cómo te encuentras en Salamanca?
Me gusta este lugar: es un barrio humilde de Salamanca donde apenas pago de alquiler 315 euros mensuales por mi apartamento. Enfrente tengo a una vecina que se llama Isabel. Se pasa el día tendiendo toneladas de ropa blanca. La gente que vive aquí es, en líneas generales, muy maja.
La gente se está volcando en la religión, ¿a ti te ha pasado?
No. Siempre la ha tenido cerca: en 1945, cuando yo apenas tenía cinco años, mi madre me llevó al Monasterio de Fitero y me dijo: 'hijo mío, este santo milagroso es San Francisco Javier. No lo olvides'. Y no lo hice: seguí el rastro de este misionero navarro por Goa (India) y Japón.
Pero antes de 'ver mundo' aprendí de mi madre lo que se llama 'la universidad de la vida': ella estuvo haciéndoles los recados a las Clarisas durante treinta años y nos llevaba del brazo al bueno de mi hermano y a mí, que admirábamos su determinación y desenvoltura. Ella fue un gran ejemplo para sus dos hijos y la mejor de nuestras escuelas.
Y 'la Ángeles' entendió que me quería ir: estudié hasta los catorce, estuve un año trabajando en la extinta fábrica de alcohol de la familia Huarte y de ahí pasé a Logroño en 1955, luego di el salto a Francia, posteriormente viví en Inglaterra y finalmente me estabilicé en Dinamarca... cincuenta años.
¿Tú relación con Dios ha cambiado estos días?
Yo todas mis acciones las tengo en Dios, que todavía no cotiza en la Bolsa de valores. Mi fe está en él y estos días, que inevitablemente se piensa más en la muerte, quizás hable con él con más frecuencia. Pero nada más...
¿Cómo has visto la respuesta de las autoridades españolas ante esta crisis sanitaria?
Entiendo que no es fácil comprar cuarenta millones de test y mascarillas, pero nos han cogido con los pantalones en el suelo. En Dinamarca se enteraron antes de tiempo y se pusieron manos a la obra. Allí los políticos, como la sociedad en general, se anticipan.
Aquí es diferente. Pero al menos parece que, en líneas generales, la gente está respetando el confinamiento y muchos millones están hipnotizados tragando toneladas de televisión, que es un mecanismo óptimo para consumir entretenimiento superficial y estéril.
Ramón Pérez con mascarilla. |
Sobre el choque dialéctico entre Holanda y la Europa del sur...
En los Países Bajos son protestantes y cumplen. En España e Italia tenemos fama de ser vividores, y eso no está mal, pero hay que establecer unas condiciones para tener respuestas serias ante problemas importantes.
¿Cómo explicarías las diferencias entre Europa del norte y la del sur?
En el norte hay una especie de comunismo sin ideología: allí lo público no se toca. Ni para externalizar siquiera la cocina de un hospital. Porque todo no se puede mercantilizar ni cuantificar. Eso es evidente.
¿Que en qué es mejor España que Dinamarca? El clima nos lo da todo: hortalizas maravillosas, turismo a raudales y alegría. Somos la California europea. El sol es el Bill Gates español. Ahora mismo no estamos siquiera en mayo y te estoy contestando en mangas de camisa y a veinte grados.
Se hace Valle-Inclán en 'Luces de bohemia' la pregunta mágica: "¿Qué sería de este corral nublado?".
Tal cual.
¿Qué echas de menos de Dinamarca?
La lengua, la cultura y la seriedad. Allí el país lo llevan burócratas que mantienen los estribos a pesar de los cambios del poder. ¿Que la tecnocracia tiene cosas malas? Por supuesto, pero también muchas buenas.
También echo de menos los carriles bici de Copenhague. Muy seguros. Allí el 40% de la población se mueve en bicicleta. También es cierto que otro 'deporte nacional' es el suicidio. ¿El motivo? Creo que no cultivan su faceta espiritual y no son capaces de dar gritos de socorro a la sociedad, quizás por excesivo pudor.
¿No crees que mucha gente va a misa 'a pasar el rato'?
A nivel global, no solo en Dinamarca, se nota la pérdida de fe. Aunque creo que la inmensa mayoría de la gente que va a misa lo hace convencida. Al menos en España. Siempre habrá algún despistado que se crea que ir a misa es como tener una clase de finess barata una vez por semana, o cree es como ir a clases de zumba. Pero creo que son los menos.
¿Qué sacas de bueno de este momento?
Está siendo una oportunidad estupenda para tejer relaciones familiares, rebajar la velocidad de una sociedad que va demasiado deprisa y dar coto a los bulos, que es una apuesta capitalista para mantenernos dóciles.
¿Dónde te gustaría verte en un año?
En Tudela. Llevo una fase de doce años en Salamanca y creo que se acaba: aquí puedes escuchar misa en latín o disfrutar de una ponencia cualquier noche. Pero me quiero acercar a mi pueblo. ¡Viva Fitero!
Y lo quiero hacer a través de Tudela, que tiene buena verdura, Escuela de Idiomas, un buen Hospital y a los Jesuitas. Y, ¡caramba!, ¿qué más le puedo pedir a la vida con casi ochenta primaveras?
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