Trampas al solitario; por Mirari Ullibarri





Si tenemos que hablar de seguridad, hablemos de todos los apellidos que la complementan. De lo contrario, nos haremos trampas al solitario, o lo que es peor: le haremos el juego a la derecha.

Seguridad es poder llegar a fin de mes.

Seguridad es no tener miedo al impago de la hipoteca.

Seguridad es no ser desahuciada.

Seguridad es no gastar el 40% de los ingresos en pagar el alquiler.

Seguridad es no sufrir acoso escolar.

Seguridad es no sufrir acoso por parte del jefe.

Seguridad es no ser agredida por un compañero de trabajo.

Seguridad es poder hablar sin miedo en una asamblea.

Seguridad es no ser asesinada por tu expareja.

Seguridad es no sufrir violencia vicaria.

Seguridad es no ser acosada por la calle.

Seguridad es poder llegar sola a casa.

Seguridad es llegar a casa.

Seguridad es no tener que mandar “he llegado”.

Seguridad es vestirse como una quiere.

Seguridad es no sufrir homofobia.

Seguridad es no sufrir transfobia.

Seguridad es poder salir al escenario sin recibir un botellazo.

Seguridad es poder darle la mano a tu pareja en público.

Seguridad es no perder un brazo en el trabajo.

Seguridad es no perder la vida en el trabajo.

Seguridad es quedarte embarazada sin ser despedida.

Seguridad es poder disfrutar de las vacaciones sin represalias.

Seguridad es que te paguen las horas extra.

Seguridad es no tener la necesidad de hacer horas extra.

Seguridad es no sufrir racismo.

Seguridad es no ser parado por la policía por tener un perfil racial.

Seguridad es saber leer un contrato laboral.

Seguridad es poder acceder con tu silla de ruedas a cualquier sitio.

Seguridad es tener una red de cuidados.

Seguridad es ser atendida en la lengua oficial.

Seguridad es que no pasen cinco meses antes de ser atendida en Osakidetza.

Seguridad es no ser interina.

Seguridad es no quedarte en paro cada verano.

Seguridad es que no se acabe tu alquiler cada verano.

Seguridad es saber realizar trámites administrativos.

Seguridad es no estar en situación irregular.

Seguridad es estar dada de alta en la Seguridad Social.

Seguridad es no verte obligada a migrar.

Seguridad es poder pagar la universidad pública.

Seguridad es no verte en la calle el día de tu 18 cumpleaños.

Podría seguir así, relatando cada una de las situaciones que vulneran nuestras vidas a diario, redactando cada una de las intersecciones que deciden coaccionar nuestra existencia y hacerla cada día más violenta y agresiva.

La utilización de la palabra “seguridad”, estrechamente ligada a la delincuencia —y esta entendida única y exclusivamente desde una perspectiva de clase burguesa— es capciosa.

¿Por qué no llamamos delincuente a la patronal cuando se queda con nuestra fuerza de trabajo?

¿Por qué no llamamos delincuentes a los empresarios que llevan décadas haciendo ingeniería fiscal?

¿Por qué no llamamos delincuentes a la clase política que decide privatizar el sistema público?

¿Por qué no llamamos delincuentes a los integrantes del poder legislativo que promueven leyes antipersona?

Para finalizar, me gustaría recuperar dos frases del dramaturgo marxista Bertolt Brecht. Por un lado:

“Robar un banco es delito, pero más delito es fundarlo.”

Y por otro:

“Estar contra el fascismo sin estar en contra del capitalismo supone rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie; equivale a reclamar una parte del terreno y oponerse a sacrificarlo.”

En definitiva, si tenemos que hablar de seguridad, hablemos de todos los apellidos que la complementan. De lo contrario, nos haremos trampas al solitario, o lo que es peor: le haremos el juego a la derecha.


La autora es miembro de ELA.