Por Joseba Aulestiarte, Sergio Colomo y Eduardo Mayordomo. Militantes del PCE-EPK
en Navarra
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Escribió la poeta soviética Yulia Drúnina en 1943, año en el que su patria se desangraba resistiendo al terror nazi, que quien diga que la guerra no es nada horrendo, ése ignora lo que es la guerra. Por desgracia, en los últimos tiempos, muchos parecen ignorar las trágicas consecuencias de un conflicto bélico, obviando en sus sesudos análisis los cientos de personas que a diario mueren en Ucrania, Rusia, Palestina, Sudán, Níger, Somalia, Siria, Yemen, Myanmar…
Enterrar tratados de paz y de desarme nuclear, apostando por políticas bélicas, supone un alto riesgo para el conjunto de la humanidad. Ajenos a esta aplastante lógica, los gobiernos europeos arrastran a sus ciudadanos a un escenario incierto. Incluso aquellos que en lo interno comulgan por soluciones pacíficas y dialogadas, son incapaces de salirse del guion supranacional marcado por organizaciones tan poco democráticas como la OTAN o la Comisión Europea.
Ejemplo de ello, lo tenemos en la reciente firma del acuerdo por el que España ofrecerá a Ucrania ayuda militar por valor de 1.000 millones de euros en 2024 y 5.000 millones hasta 2027. Dinero que únicamente prolongará la guerra de forma innecesaria, cuando lo que verdaderamente necesita la población de los territorios afectados es una acción diplomática contundente que conduzca a una tregua, a una solución dialogada al conflicto y a un programa internacional de reconstrucción.
Tampoco nos engañemos, esos miles de millones de euros que se sacarán de nuestra educación, sanidad y pensiones públicas no responden a una muestra de solidaridad mal entendida con el pueblo ucraniano, sino a las presiones que la OTAN y Estados Unidos habían lanzado recientemente a los países europeos para aumentar el presupuesto militar y comprar misiles Patriot o tanques Leopard. Este acuerdo, firmado a espaldas del Congreso de los Diputados, acabará generando, por desgracia, más muertos en Ucrania y Rusia, cuya población está cansada ya de enterrar familiares y de hacer maletas para abandonar sus casas. Ni Pedro Sánchez, ni Volodímir Zelenski, ni Josep Borrel, ni Ursula von der Leyen van a ir a luchar al frente.
Ellos, que tienen en sus manos frenar los planes de las empresas armamentísticas para convertir Europa otra vez en escenario de guerra, prefieren alimentar desde la retaguardia la maquinaria castrense, preparando de paso a las familias trabajadoras para que aceptemos recortes y pérdida de derechos ante la ofensiva de un supuesto enemigo extranjero. Aún más. Si no frenamos a tiempo esta deriva, lo que ahora supone una cuantiosa desviación de dinero público a bolsillos privados, no tardará en convertirse en el envío de hombres y mujeres españoles al campo de batalla, para acabar con la llegada, a territorio propio, de la destrucción que generan estas sofisticadas bombas siglo XXI.
Porque la empresa armamentística, como toda empresa capitalista, no responde sino a intereses económicos, generando las condiciones geopolíticas necesarias para aumentar sus ingresos. En Navarra, conocemos de sobra lo poco que importa la soberanía popular cuando la OTAN y las empresas que la sustentan se ponen al mando. En nuestra tierra disponen libremente, a cambio de unas migajas a repartir entre unos pocos, del mayor polígono de tiro y bombardeo de todo el continente.
Las Bardenas Reales ha sido y es un banco de pruebas en el que se experimentan las estrategias y las armas que luego destruyen desde Los Balcanes hasta Siria, desde Ucrania hasta Palestina. Porque sí, aunque Israel no forma parte de la OTAN, es un socio preferente de ésta y existe una cooperación práctica bilateral entre el gobierno genocida de Benjamín Netanyahu y la Alianza Atlántica.
Los ejercicios que año tras año reúnen a aviones y tropas estatales y extranjeras en el Aeródromo Militar de Ablitas, el Polígono de Tiro de Las Bardenas o en el Campo de Maniobras de San Gregorio, en Zaragoza, cada vez responden menos a intereses de defensa nacional y más a esa estrategia global de ampliar las zonas de conflicto bélico en Europa, África o Asia. Ya va siendo hora de que se escuche la voz de los navarros y navarras, aquella que, a través de sus representantes en el Parlamento Foral, apoyó en la pasada legislatura y de forma mayoritaria promover una Cultura de Paz y la salida del estado español de la OTAN y la retirada de todas las bases militares extranjeras del territorio. Eso, incluye, por su puesto, poner fin al contrato de arrendamiento que hasta 2028 une a la Junta de Bardenas y el Ministerio del Ejército.
Este domingo, 2 de junio, hombres y mujeres llegados de distintos territorios, volveremos a juntarnos en la Marcha al Polígono de Tiro de las Bardenas, no solo para pedir su desmantelamiento y la defensa medioambiental de esta zona protegida, sino para exigir al Gobierno de Navarra y también al de España una apuesta activa por la paz, en la que no haya ni espacio físico ni presupuestario para la guerra.
De la misma manera que los conflictos bélicos se crean y se alimentan sin ningún tipo de rubor por gobiernos y empresas armamentísticas, nos tiene que quedar claro que una mayoría social, unida y organizada, puede acabar con ellos. Porque, no lo olvidemos, solo en paz es posible el progreso de los pueblos.