Explica Ecologistas en Acción que durante el año 2020, se han recopilado los datos de 14 estaciones de control de la contaminación, pertenecientes a las redes de vigilancia del Gobierno de Navarra y de distintas instalaciones industriales, entre las cuales las de las fábricas de Magnesitas Navarra en Zubiri y Cementos Portland en Olatzi no son consideradas por el Gobierno autonómico en su evaluación de la calidad del aire.
En 2018 se dejó de medir ozono en la estación de la aglomeración de Pamplona que venía registrando niveles más altos de este contaminante, por lo que actualmente la capital foral carece de una estación suburbana, tal y como exige la legislación y ha puesto de manifiesto el propio Gobierno foral en el estudio 'Análisis de episodios de contaminación por ozono y valoración de medidas de ámbito regional para disminución de niveles de ozono'. Resulta elemental por ello que el Gobierno de Navarra se esfuerce por seguir mejorando la medición de la calidad del aire en su Comunidad.
En Navarra los contaminantes que más incidencia presentaron en 2020 fueron el ozono troposférico y las partículas PM10 y PM2,5, aunque en mucha menor medida que en años anteriores por la reducción general de la movilidad y la actividad económica derivada de los dos estados de alarma declarados para combatir la COVID-19.
Como en el resto del Estado, en Navarra el año pasado disminuyeron significativamente las concentraciones de ozono, pese a las elevadas temperaturas registradas en verano en el Valle del Ebro, como resultado de la fuerte caída de las emisiones de sus principales precursores, los óxidos de nitrógeno (NOx). En conjunto, se redujeron las superaciones del valor objetivo legal para la protección de la salud en un 94% respecto al promedio del periodo 2012-2019, siendo las registradas en 2020 las más bajas de la última década.
La mejoría de la situación ha sido en especial relevante en la Ribera de la Comunidad de Navarra, con una reducción drástica del número de días por encima del objetivo legal. Las estaciones de Funes, Olite y Tudela se han deslizado así de una situación relativamente reciente de incumplimiento legal a la práctica desaparición de las superaciones del valor objetivo, que en 2020 han sido nulas en la Montaña, la Zona Media y Pamplona.
No obstante, las estaciones de Alsasua y Funes y las dos de Tudela siguieron registrando numerosas superaciones del valor octohorario recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en más de 25 días. Es decir, que si se les aplicara el mismo criterio establecido en la normativa para evaluarlo (un máximo de 25 superaciones anuales del objetivo legal, en el promedio de tres años), en 2020 la mitad de las estaciones navarras que miden este contaminante habría sobrepasado las superaciones admisibles.
Los peores registros se dieron en las estaciones Funes y Tudela, con medio centenar de días de superación, muy por debajo en todo caso de los registrados en años anteriores.
Un año más, ninguna estación superó el más laxo objetivo legal para la protección de la salud en el trienio 2018-2020, a diferencia de lo ocurrido hasta 2016, habiendo sido muy escasas las superaciones del objetivo a largo plazo. Y por primera vez desde su entrada en vigor en 2010, ninguna estación ha sobrepasado tampoco el valor objetivo para la protección de la vegetación, en este caso en el quinquenio 2016-2020, situándose no obstante dos de las tres estaciones de referencia en la Comunidad para esta evaluación (Alsasua en la Zona Media y Funes en la Ribera) por encima del objetivo a largo plazo, por lo que puede concluirse que buena parte de los cultivos, montes y espacios naturales de Navarra siguieron expuestos a niveles de ozono que dañan la vegetación.
A diferencia de 2019, ninguna estación navarra superó en más de tres días el valor medio diario recomendado por la OMS para las partículas PM10. La concentración media de este contaminante experimentó el año pasado una ligera reducción de un 6% respecto a la del periodo 2012-2019, pese a las medidas de lucha contra la COVID-19, probablemente debida a una mayor frecuencia de los episodios de intrusión de polvo africano, especialmente en el primer trimestre del año.
En cambio, pese a la reducción general de la movilidad y la actividad económica derivada de los dos estados de alarma declarados para combatir la COVID-19, las partículas PM2,5 continuaron afectando durante 2020 al territorio navarro, superando los valores recomendados por la OMS en las únicas dos estaciones en toda Navarra que miden este contaminante, Iturrama, en Pamplona y Tudela II. Una información que resulta claramente insuficiente para hacer una evaluación precisa de la incidencia de este contaminante en todo el territorio navarro, ya que sólo dos estaciones no pueden ser representativas. Por lo tanto, para una correcta evaluación de la calidad del aire, sería necesario instalar con urgencia medidores de partículas PM2,5 en todas las zonas de la Comunidad Foral.
Respecto al dióxido de nitrógeno (NO2), tuvo su peor registro en la ciudad de Pamplona, cuya nueva estación Felisa Munarriz alcanzó en sus tres meses de funcionamiento una concentración de 35 μg/m3, cerca de los 40 μg/m3 permitidos por la normativa, aunque con una captura de datos insuficiente por lo que no fue representativa de la calidad del aire.
En conjunto, la reducción media de los niveles de NO2 en Navarra durante 2020 fue del 23% de la concentración del periodo 2012-2019, siendo los descensos generales en todas las estaciones, urbanas, industriales y de fondo. La mejoría de la calidad del aire por NO2 fue máxima durante el primer estado de alarma (14 de marzo a 21 de junio), alcanzando en la ciudad de Pamplona el 49% de los niveles de contaminación habituales en estas fechas durante la última década, descenso que se fue moderando en meses posteriores, aunque sin alcanzar los niveles de años previos.
Como consecuencia, 600.000 navarros (el 93% de la población) respiraron en 2020 un aire perjudicial para la salud según las recomendaciones de la OMS, en todas las zonas salvo la Montaña, y dos terceras partes del territorio siguieron expuestas a niveles de contaminación que dañan la vegetación en la Zona Media y la Ribera de la Comunidad.
Hasta la fecha, el Gobierno de Navarra no ha aprobado ningún plan de mejora de la calidad del aire, referido a las superaciones de los valores objetivo legales de ozono para la protección de la salud y/o de la vegetación en la Ribera Navarra, acumulando más de una década de incumplimiento de la legislación ambiental en esta materia.
Durante varios años Ecologistas en Acción ha solicitado la redacción de un plan autonómico de mejora de la calidad del aire. En mayo de 2019, Ecologistas en Acción volvió a solicitar a la entonces Consejera de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural la adopción urgente de este plan, sin haber recibido respuesta. Por ello, la organización ambiental ha denunciado la inactividad administrativa del Gobierno autonómico ante el Tribunal Superior de Justicia de Navarra, con la finalidad de que los jueces obliguen a las autoridades forales a que cumplan con sus responsabilidades legales en materia de calidad del aire.
Adelantándose a la inminente sentencia judicial sobre esta negligencia administrativa, el Gobierno de Navarra ha anunciado públicamente en febrero de 2021 el inicio de la redacción de un Plan de Mejora de la Calidad del Aire para la Comunidad.
La única forma de mejorar la calidad del aire en las ciudades es disminuir el tráfico motorizado, potenciando el tránsito peatonal, la bicicleta y el transporte público limpio. También es necesario promover el ahorro energético, adoptar las mejores técnicas industriales disponibles, cerrar las centrales térmicas de combustibles fósiles como las ilegales Centrales Térmicas de Castejón, penalizar el diésel o reducir el uso del avión.
La crisis de la COVID–19 ha demostrado que la reducción estructural del transporte y la descarbonización de la industria son las únicas herramientas para mejorar la calidad del aire que respiramos, en las ciudades y en las zonas rurales. La dramática situación creada por la pandemia corrobora que la reducción de las emisiones urbanas mejora la salud pública y la vida ciudadana.