Se estrena 'Invisibles', denuncia sobre la marginación de la mujer madura





Vía: Valencia Plaza

El feminismo se plantea como hilo conductor del nuevo largometraje de la directora de cine Gracia Querejeta, Invisibles. Julia, Elsa y Amelia (Nathalie Poza, Emma Suárez y Adriana Ozores) son tres mujeres con vidas aparentemente normales que se reúnen cada jueves para pasear por un parque mientras conversan sobre sus inquietudes, sus frustraciones y sus anhelos. Cada una de ellas cumple un rol distinto: Elsa dedica su vida al trabajo. Tiene un gran puesto en una empresa y es soltera. Amelia es una inocente vendedora de plantas que se ha divorciado en dos ocasiones y cuya relación actual peligra por culpa de la tozudez de la hija de su novio. Julia es una profesora de matemáticas a quien la rutina en su trabajo ha llevado a que tenga una visión de la vida sumamente pesimista.

El denominador común entre las tres reluce en el título del filme. Son mujeres invisibles, cada una a su manera. Han superado la cincuentena y la sociedad las ha arrinconado en el peor lugar posible: la desesperanza. Ya no tienen el mismo físico que antes y están desengañadas en todos los ámbitos de su vida. Todo ello potenciado por la marginación que supone el sumirse en el rol de la madurez femenina, que tan definido se presenta en la película. Querejeta va profundizando en esa invisibilidad al tiempo que expone reflexiones de todo tipo a las que las protagonistas se enfrentan haciendo evidentes sus desilusiones y vulnerabilidades.

La trama sucede alrededor de 88 minutos de metraje en los que el diálogo constante ahonda en los problemas de las protagonistas. Se tratan asuntos como el techo de cristal, cuando Elsa cuenta a sus amigas cómo han ascendido en el trabajo a un hombre que lo merecía menos que ella; reflexiones sobre la amistad y sus límites, en la medida en que Amelia es incapaz de apoyarse en sus amigas para hacer frente a la falta de vocación a la que se ha sumido en su trabajo por culpa de la monotonía y la “mediocridad” de sus alumnos; o de la “gran tragedia” que supone la falta de capacidad de reacción inmediata frente a las discusiones domésticas, un problema con el que todos nos hemos visto identificados alguna vez.

De esta forma, Querejeta pone sobre la mesa las inevitables singularidades de tres mujeres convencionales, que pese a ser una suerte de luchadoras y posicionarse explícitamente en contra del machismo durante la trama, guardan en su interior complejas contradicciones como la dependencia que tanto Julia como Elsa tienen hacia los hombres, o los inflexibles juicios que Amelia hace sobre sus amigas constantemente, sin que a ellos les acompañe la capacidad de juzgarse también a sí misma.

Así, vamos viendo como las tres protagonistas caen en errores a los que cualquiera de nosotros nos enfrentamos cada día. De forma muy realista y sin pretensiones de hacer un espectáculo de la vida llevado a la pantalla, Querejeta introduce en sus personajes pequeños defectos como la mentira, el conformismo o los prejuicios; de forma que, en pequeñas dosis no aparentan ser un gran problema, pero a la larga pueden llegar a despojar a la vida de su sentido.

Tampoco se idealiza a nadie en este nuevo filme de la directora de películas como 15 años y un día o Siete mesas de billar francés. Se presenta a las protagonistas tal y como son: con sus defectos y contradicciones, pero sin olvidar ciertas pinceladas de la bondad humana que las caracteriza y que (al salir del cine queda esa sensación), quizás todos conservamos en el fondo.