Por supuesto, es moralmente bueno
reducir tu huella-pero no desviemos nuestra atención de quien realmente tiene
la culpa.
Por Morten Fibieger Byskov
Traducido por Eva Calleja
¿Qué se puede hacer para limitar
el calentamiento global a 1,5º C? Una búsqueda rápida en internet ofrece una
avalancha de consejos sobre cómo los individuos pueden cambiar su
comportamiento. Usa el transporte público
en lugar del coche, para viajes largos,
mejor el tren que el avión. Come menos
carne y más verduras, legumbres y cereales, y no te olvides de apagar la luz
cuando salgas de la habitación o el agua mientras te enjabonas. Lo que se implica con esto es que la
iniciativa para abordar el cambio climático recae en los individuos
consumidores.
Pero ¿puede o debe realmente ser
responsabilidad de los individuos limitar el calentamiento global? A juzgar por
las apariencias, todos nosotros contribuimos al calentamiento global debido al
efecto acumulativo de nuestras acciones.
Cambiando los patrones de consumo
a gran escala podríamos ser capaces de influir en las empresas para que cambiasen
sus patrones de producción por unos métodos más sostenibles. Algunos expertos han argumentado que todo el
mundo (por lo menos aquellos que pueden permitírselo) tiene la obligación de
limitar el calentamiento global, incluso si cada acción individual es
insuficiente en sí misma para cambiar algo.
Sin embargo, hay por lo menos dos
razones por las que es una equivocación hacer que la obligación de limitar el
cambio climático recaiga sobre los individuos.
Los individuos están
estadísticamente libres de culpa
El cambio climático es una
amenaza a escala planetaria y, como tal, requiere reformas a escala planetaria,
que solamente pueden ser implementados por los gobiernos del mundo. Los individuos pueden, como mucho, ser
responsables de su propio comportamiento, pero los gobiernos tienen el poder de
implementar legislación que obligue a la industria y a los individuos a actuar
con sostenibilidad.
Aunque el poder de los
consumidores es fuerte, esa fuerza se diluye si la comparamos con la de las
corporaciones internacionales, y solamente los gobiernos tienen el poder de
mantener esos intereses bajo control.
Normalmente, consideramos que los
gobiernos tienen la obligación de proteger a los ciudadanos. Así que ¿por qué les permitimos eludir estas
responsabilidades simplemente porque es más conveniente animar a la acción
individual? Pedirles a los individuos
que carguen con el peso del cambio climático desvía la responsabilidad de
aquellos que se supone deben proteger hacia aquellos que deben ser
protegidos. Antes de nada, necesitamos
responsabilizar a nuestros gobiernos.
Un informe reciente encontró que
solamente 100 empresas son responsables del 71% de las emisiones globales desde
1988, solo unas 25 corporaciones y entidades públicas fueron responsables de
más de la mitad de las emisiones industriales globales en ese mismo periodo.
La mayoría de ellas son empresas
productoras de carbón y petróleo e incluyen a ExxonMobil, Shell, BP, Chevron,
Gazprom, y Saudí Aramco. China lidera
el escenario internacional con el 14,3%
de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, debido a su
producción y consumo de carbón.
Si la industria de los
combustibles fósiles y los países que son grandes contaminantes no son forzados
a cambiar, estaremos en camino de elevar la temperatura media global en 4º C
para finales de siglo.
Si solo unas pocas empresas y
países son responsables de tantas emisiones de gases de efecto invernadero,
¿por qué nuestra primera respuesta es culpar a los individuos por sus patrones
de consumo? No debería de ser así –las empresas y los gobiernos necesitan
responsabilizarse de frenar las emisiones industriales.
Los gobiernos y las
industrias deberían liderar
En lugar de depender de
llamamientos a la virtud individual, ¿qué se puede hacer para responsabilizar a
los gobiernos y a la industria?
Los gobiernos tienen el poder de
promulgar leyes que puedan regular a la industria, para que se mantenga dentro
de los límites sostenibles de emisiones y para que se adhiera a los estándares
de protección medioambiental. Se debería
obligar a las empresas a comprar derechos de emisión –esos beneficios podrían
utilizarse para ayudar a las comunidades más vulnerables.
Los gobiernos deberían hacer que
la generación de energía renovable, de fuentes como paneles solares y turbinas
de viento, fuese asequible para todos los consumidores a través de ayudas. El transporte público barato y de bajo
impacto de carbono debería reemplazar a los medios de transporte altamente
contaminantes como los aviones y los coches.
Los países ricos y las grandes
industrias deben hacer más para apoyar y empoderar a los países más pobres para
que mitiguen y se adapten al cambio climático.
Todo esto no quiere decir que los
individuos no puedan o deban hacer todo lo que esté en su mano para cambiar su
comportamiento en lo que sea posible.
Cada pequeña contribución cuenta, y las investigaciones muestran que
limitar el consumo de carne puede ser un paso efectivo. El tema es que no hacerlo no debería considerarse
como moralmente censurable.
En particular, los individuos que
viven en países pobres, que no han contribuido en nada al cambio climático,
merecen el mayor apoyo y la menor culpa.
No son ni los autores principales del calentamiento global ni los que tienen
el poder de promulgar los cambios estructurales necesarios para limitarlo, que supondrían
responsabilizar a las grandes industrias.
Aunque puede que los individuos
tengan un papel que jugar, hacer un llamamiento a las virtudes individuales
para enfrentarnos al cambio climático es parecido a culpar a la víctima, porque
desvía la culpa de aquellos que deberían actuar hacia aquellos que con más
probabilidad se verán afectados por el cambio climático. Un acercamiento más justo y más efectivo
sería responsabilizar de sus acciones a aquellos que son culpables del cambio
climático.
Morten Fibieger Byskov, es un
investigador de posgrado en política internacional, Universidad de Warwick.