Venezuela desde el Telediario















Los que hemos llegado a determinado tramo del camino ya no pedimos complicidad ideológica: exigimos honestidad. Que se diga la verdad. Aunque no sea la nuestra. Pero hacia esa verdad hay que llegar por unas convicciones coherentes confeccionadas a golpes de lecturas, reflexiones y razonamiento. Seguramente nuestro interlocutor admita el mérito donde se halle y afilará matices si ha llegado a determinado punto intelectual por esfuerzo, no por la absurda herencia o por siniestro oportunismo.

El poder hoy en día administra palmadas y rebuznos, según la adscripción ideológica del ciudadano. Por eso cuesta entender que los mismos que defienden la permanencia de símbolos totalitarios se pongan la bandera de la libertad, siempre a golpe de telediario. Desconocen algunos a qué grado de empatía llegan los ciudadanos acostumbrados a nadar contra el temporal del poder. Porque posicionarte por voluntad propia por convicción y orgullo contra el poderoso es un reto vital que sin duda te hace crecer en el terreno personal e intelectual.

Porque lo cómodo y conveniente es repartir risas y silencios cómplices hacia el que manda. Da igual que sea Franco o Fernando VII. La realidad es que vivimos en medio de un rebaño oportunista profundamente ignorante. Por eso se apuntan a las modas: se compran con la misma tranquilidad las últimas zapatillas que el discurso sobre la situación venezolana. Desconocen en su mayor parte la idiosincrasia, la historia y la economía del país.

No se preocupan por saber que Estados Unidos ejerce el crimen y el terrorismo internacional bajo el disfraz de demócrata o de policía mundial. La única intención que tienen es la de aumentar los escaparates donde vender su mercancía y ejercer el colonialismo 2.0, enfocado a la cultura y el negocio. Ni se les ocurre pensar que los partidos a los que votan, patriotas suizos, se cuadran ante los monstruos de Arabia Saudí, más criminales que Maduro, pero también más glamourosos y ricos. No llevan chándal, sino sangrientos petrodólares en el bolsillo.

Pero todos somos Venezuela, porque lo dice el telediario. También fuimos París. Pero nunca seremos Siria, bombardeada por los franceses. Porque para ser sirios tenemos que hacer un esfuerzo. Y porque la verdad es muy costosa: exige sacrificio, a no ser que creas que escrúpulos son unas islas griegas. Tenemos la sociedad que nos merecemos: el postureo solidario, da igual Leopoldo López que la capa de ozono. Y así nos va.