Memorias de una villa: de la integración al amarillismo








Año 1140. Cerca del Castillo de Tudején se instala, a instancias del rey castellano y leonés Alfonso VII, una comunidad de monjes cistercienses procedentes de los Altos Pirineos liderada por Raimundo, más adelante San Raimundo de Fitero. Casi setenta años después el proyecto inicial se consagraría un Monasterio que fue matriz de la villa de Fitero y que es en la actualidad joya del Císter en Europa.

Año 1886. Tras siglos de luces y sombras, Fitero recibe luz verde para recibir una línea ferroviaria desde Castejón, línea que tras multitud de cambios llegó más de medio siglo tarde y lejos del núcleo poblacional de la localidad navarra.

Año 1998. Tras perder varios trenes y con la intención de evitar que Fitero se hunda en el tsunami poblacional en el que se han inundado las vecinas Tierras Altas sorianas y la Rioja baja, los presidentes de Navarra, La Rioja y Castilla y León firman en la villa un documento que se compromete a que el denso tráfico que conecta Francia y el norte de España con Madrid pase por las inmediaciones de la villa.

Año 2002. Multitud de árabes se comienzan a instalar en Fitero. Desde entonces han transcurrido tres lustros sin sufrir ni provocar un incidente que merezca reseña. En la actualidad la localidad navarra cuenta con alrededor de un 15% de población inmigrante.

Año 2016. El Gobierno de España anuncia que la citada conexión de la autovía se aleja de la citada villa y la aleja del mapa. Tudela y Tarazona recibirán el premio, por lo cual Fitero intenta resurgir a base de turismo, poniendo en pie un plan temático en el que el renovado Claustro del Monasterio abre la portada.

Año 2017. Verano con sequía informativa. Dos jóvenes se pelean, y tras filtraciones interesadas e información sin contrastar, el tema se convierte en un tema islamófobo que salpica a Fitero y lo caricaturiza como un pueblo racista y medieval.

Ahora Fitero sufre una alarmante política de inversiones centralizadas, y además el desequilibrio territorial se agudiza. La villa sufre una injusta campaña amarillista que en nada le ayuda a su intención de resurgir por la vía turística. Los medios cantan, las nubes se levantan y Fitero sufre bajo la incomprensión estatal. Olé por los medios que menosprecian y se olvidan de las poblaciones de la España interior que mueren con unas reivindicaciones que ellos silencian. Ahora solo nos utilizan para articular nuevos "Puerto Urracos" con los que hacer negocio. No cuela y da pena, pero el negocio y la infecta campaña ya está hecha. Enhorabuena por ellos.

Pedro Pérez Bozal