El futuro ya está aquí: adiós al dinero físico y al trabajo











La crisis financiera que viene arrastrándose desde 2007 encierra un cambio de modelo económico que supondrá una revolución que destruirá cual tsunami nuestro hasta ahora confortable mundo conocido. La inyección de la tecnología en cada proceso de nuestra vida ha hecho temblar a los negocios tradicionales, desde la pequeña librería de barrio a la panadería de la esquina, que tendrán que especializarse para sobrevivir a la distribución al por mayor de gigantes como Amazon. Pero además el modelo de intercambio de metales preciosos, que nació en Mesopotamia alrededor del 2.500 a. C. para relevar al trueque de grano y ganado, podría estar viviendo sus últimos compases.

Se acabó el dinero 

Morirá el dinero físico y de hecho Dinamarca ya ha puesto límite a su desaparición; 2030. Con esta medida se buscan dos medidas: Eliminar los costes administrativos y financieros que implica el manejo del dinero en efectivo, ya que los comercios se ahorrarán los gastos de seguridad y el tiempo a la hora de manejar los recursos en caja. Y complicarle la vida al dinero negro.

El dinero del futuro se llama confianza, seguridad que ha disparado modelos de negocio como Uber o Airbnb. La confianza es ese parámetro que nos hace compartir coche con posibles terroristas suicidas o dormir en camas de supuestos asesinos en serie. El miedo, que atemorizaba a los Neandertales por los ataques de predadores o por la siniestra oscuridad, podría morir en el futuro gracias a la economía colaborativa, mecanismo que nos hace acudir a restaurantes desconocidos tras ver las buenas puntuaciones de ciudadanos con los que nunca nos cruzaremos.

Volvemos al trueque, con la credibilidad y la calidad como signos de distinción. No hay más que ver como los cambios de hábitos de consumo están disparando las ventas de los productos artesanales, desde calzado a cerveza, por no hablar de que las experiencias únicas están relevando a los eventos masificados.

La banca por su parte sabe que muere, por mucho que agiten el árbol con disparatadas comisiones para salvar a corto plazo su situación. El crodwfunding les dejará sin el privilegio de ser parada obligatoria para el endeudamiento, ya que este mecanismo maneja algo más que espurios porcentajes de interés y vencimientos.

En El Foro de Davos del pasado año John Cryan, presidente del Deutsche Bank AG, sorprendía a sus compañeros señalando que "probablemente las monedas y billetes desaparecerán en una década". No afirmó lo que pensaba sobre la desaparición de la banca, tal y como la conocemos, pero por algo se empieza.

El futuro del trabajo a debate 

La elevada destrucción de empleos en la última década ha motivado un debate propiciado por gurús que barruntan que la renta básica universal es la única medida eficiente de cara al futuro. A priori este tema parece un simple debate de números, pero encierra algo más: la ética del Estado del Bienestar solo contemplaba hasta el momento el trabajo remunerado y las prestaciones sociales por diversos hechos. Por supuesto que este planteamiento enfada a la mayoría de pupilos de la escuela austriaca, que quieren ver una medida estrella de comunismo 2.0 que de cristalizar conllevaría un frenazo en la evolución, ya que las mentes más brillantes podrían carecer de estímulos, disparándose así el parasitismo.

Pero hay otras voces como la de Elon Musk, fundador de Tesla, que creen ver que esta es la única salida posible: "Necesitamos una renta básica universal; los robots se quedarán todo el trabajo". La incertidumbre que provoca el aumento de la Inteligencia Artificial se cruza aquí con algunas voces que ven un derrumbamiento del Estado por falta de ingresos. Hay otras voces que señalan que esta medida promovería las actividades sin remunerar, principalmente solidarias, la investigación científica o el desarrollo artístico, sumado a la desaparición de la explotación y a la flexibilización de la jornada media.

No tendremos que esperar mucho para ver si la renta básica es el futuro: Finlandia acaba de arrancar un experimento de dos años que pondrá en el  bolsillo de 2.000 desempleados 560 euros mensuales con el fin de ver si se incentiva la reintegración laboral o si estas "cobayas humanas" se refugian en la apatía. Tiempo al tiempo.