Goian bego, Carrillo





No es fácil resumir la vida de un señor que ha vivido siete. Es el caso de Carrillo: Santo laico. Torero antitaurino. Lehendakari fiterano. Mirada pícara, cómplice y cariñosa. Poeta de barra de bar. Melómano contrastado. Disidente en la disidencia, nunca en la intransigencia. Negro en Alabama. Una de Pink Floyd. Haz de luz en los años grises. Fotos en blanco y negro con lamparones. Apoderado electoral ausente. Rey del Tubo. El mundo por montera. Primer Gudari del Olmillo. Deejay volador, como Carrero, en la OVNI. Pintor travieso. Euskal Herría acaba en El Tolco. Blanco antes de comer. Melena libre del sesenta y ocho. Vanguardia de todo menos de lo malo. Euskera clandestino en la Calle Mayor. Padre fundador de lo nuestro. Txistulari afónico. Rockero sin guitarra. Quinto Beatle de Aerosmith. Comprometido en la derrota. Patrón de las causas perdidas. Verso suelto donde los poemas no se llevan. Lector atento con ruido de timba en el erial. Mirada trágica en el despiste y sonrisa como desmentido. Fundador y héroe nocturno de la Beterri. Rey del mambo en los años mozos. Eterno compañero de farra de los buenos. Barkatu chapurriau. Compromiso hasta la prórroga.

Tres escenas como propina: la primera nos lleva a la hora del vermouth, a la sombra de dos claros. Le dije que le iba a dedicar mi segundo libro y a él se le escapó una sonrisa infantil antes de llamarme tontolaba y de revivir anécdotas

En la segunda escena lo vemos en sus últimos días: animado, entero, valiente y con ganas de recuerdos amenos. En una cama tudelana. A la espera de la esperanza sin dejar de asumir.

En la tercera lo vemos volando libre, sonriente y con la melena al viento. Dice Jodorowsky que los pájaros nacidos en una jaula creen que volar es una enfermedad. Pues eso. Que hasta siempre. Se te echa de menos, joder. Nos has dejado más solos. Aun.

Pedro Pérez Bozal