No es eso, San Fermín no es solo eso





El mundo del periodismo ha contado desde sus inicios con la tentación del amarillismo, que normalemente dispara audiencias y ventas. Este lastre, inofensivo en algunos casos, está viviendo sus días de gloria con los Sanfermines como víctimas propicias.

Desde hace unos años saludables campañas como el "No es no" o el "Stop a la violencia machista" intentan concienciar al conjunto de los mortales de la lacra machista. Pero ni por esas se logra que entre el millón y medio de personas se encuentren media docena de hijos de la gran puta que campan a sus anchas pese a la gran seguridad de la que goza Pamplona durante estos días.

Pero aun así El País titulaba hace unas horas "cuatro violaciones en cinco días de Sanfermines". ¿Miente El País? No, para nada. Pero sin querer desdramatizar este tipo de violencia hay que contextualizar el dato para que los millones de personas que miran con simpatía a esta fiesta no comiencen a pensar que Pamplona es durante estos días "El Club de la violación".

Es decir, en España, también según El País informaba hace unos meses, se producen al año 1.161 violaciones (en la jerga policial, cuando hay penetración). Sin quitarle hierro a estas cuatro infames violaciones, hay que protestar porque la información en los medios nacionales sobre unas fiestas donde se mezclan cultura, deporte, tradición, música, felicidad e integración solo se haya centrado en estos sucesos, dejando a un lado los cuatrocientos actos organizados que repercuten económicamente en Pamplona en alrededor de ochenta millones de euros anuales.

¿Hay que dejar de denunciar la violencia machista? No, al revés, hay que educar al conjunto de la sociedad en valores de igualdad. Pero los padres que tengan una hija con ganas de viajar a Sanfermín, donde normalmente se encontrará con una ciudad acogedora y con una experiencia maravillosa, le intentarán presionar para que anule la visita si lo único que leen, ven o escuchan sobre las fiestas es que San Fermín está plagado de violadores, carteristas y chusma, cuando la realidad, menos atractiva para los medios y más para los que amamos este regalo de la vida que es San Fermín, es que en Pamplona reina por norma general la concordia y la armonía.