Por Ainhara Plazaola Ugarte, Responsable de Medioambiente y Saioa Urriza Larraioz, Responsable de Acción Social en Navarra de ELA.
La mayor parte del consumo energético actual en Navarra es el consumo de energía fósil. La mayor parte de la energía producida es energía fósil producida por las centrales de Castejón. En este sentido, Navarra mantiene la misma dependencia de la energía fósil que el resto del mundo y la necesidad de ua transición energética es innegable.
Pero el modelo de transición que defiende el “Plan Energético de Navarra 2030” no es el que necesita la sociedad navarra. No propone medidas para reducir la producción de energía fósil. Las centrales de Castejón usan energía fósil y no tienen cabida en una transición energética sostenible, y no hay ninguna referencia a ellas. No establece medidas de reducción de consumo en sectores de alto consumo energético.
La producción eléctrica de las grandes instalaciones de energía renovable que propone construir es superior al consumo eléctrico de Navarra. Por lo tanto, la planificación no está adaptada a las necesidades de la sociedad, la producción de energía está orientada a garantizar el negocio al oligopolio que conforman las grandes empresas energéticas. Sólo se ha considerado la rentabilidad económica. La energía se percibe como un negocio y no como una necesidad social. Las empresas son las que están planificando, atendiendo únicamente a sus propios intereses, y el Gobierno de Navarra únicamente tramita las solicitudes de nuevas instalaciones.
Visto el rumbo de la planificación energética en Navarra, en ELA vemos necesario movilizarnos y por ello, junto con otros agentes, estamos participando en la campaña La Energía Justa (laenergiajusta.org), para que las necesidades de las personas sean prioritarias en las políticas y decisiones relacionadas con la energía ,y no el negocio de unos pocos. Para afrontar el reto que tenemos por delante, hay que tomar medidas justas para toda la sociedad. Por ello, defendemos un modelo basado en las personas y exigimos:
Garantizar la energía como derecho y fuera de la lógica del mercado.
Publificar el sector energético garantizando el control social.
Un modelo basado en las energías renovables y en la reducción del consumo energético.
Impulsar proyectos a medida del consumo de energía eléctrica que tiene una comarca, ciudad o región.
Orientar las inversiones y ayudas públicas para el desarrollo del autoconsumo a las personas y a las comunidades, en ningún caso a las grandes empresas energéticas, como ocurre ahora.
La generación descentralizada de energía, es decir, producir la energía cerca del lugar donde se necesita.
Que las políticas públicas opten por este modelo de transición y que el dinero público se destine ello.
La creación de comunidades energéticas que impulsen este modelo. Las comunidades energéticas deben ser locales, garantizando el control y la participación de la población, favoreciendo la diversificación de las fuentes renovables y las medidas de reducción energética.
Es necesario, por tanto, una transición energética basada en la publificación del sistema energético, la reducción del consumo y las energías renovables. Pero no será la única transición. La relocalización de la economía y la transición ecológica industrial que hagan posible una transición ecosocial justa serán también fundamentales para garantizar el bienestar de las personas respetando los limites del planeta. Este es el modelo que defiende ELA y por eso vamos a seguir movilizándonos junto con otros movimientos sociales.