Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario (o la izquierda alternativa navarra en el laberinto)



 






Pedro Pérez Bozal 

Lo peor de la izquierda son sus partidos políticos. Y estos tienden a hurtar formación ideológica a sus cuadros medios y a trabajar poco o nada en la nutrición intelectual de la militancia. Las formaciones políticas, por norma general, están aletargadas por el caudillismo. 

Es decir, un líder omnímodo teje las coordenadas de acción a una militancia a la que se le arrebata el derecho a discrepar porque, según los gurús del marketing político, los debates roban tiempo a la acción, facilitan el fraccionalismo y proveen de munición a los adversarios políticos y mediáticos. 

La alternativa, según las mismas voces, es una quincalla romántica que incentiva que la izquierda, tal y como ironizaban los Monty Python en 'La vida de Brian', se convierta en una batalla entre el Frente Popular de Judea contra el Frente Judaico Popular.


La creciente tendencia política es antidemocrática en términos de participación real y la izquierda parece estar más pendiente de subirse a las tendencias temáticas imperantes en política, sea feminismo, despoblación o ecologismo, que en vez de crearlas vía conciencia. 

Perdiendo el norte: Marx

El filósofo Gustavo Bueno teorizó en 'El mito de la izquierda' sobre "la izquierda indefinida", que es aquella que ha perdido el norte mostrado por Karlos Marx. Quizás esta falsa progresía esté cómoda con esa aberración totalitaria, esclavista y capitalista que es la República Popular China (manantial igual de insalubre que los Estados Unidos). 

La izquierda indefinida tiene una ideología vaga en la que se encuadran ONG antiglobalización, artistas contraculturales que buscan ser vanguardia y antisistema sin formación marxista. 

Hegemonías

El peligroso posmodernismo está lastrando a una izquierda más pendiente de hacer guerra de guerrillas, léase 'La trampa de la diversidad', que de proponer un sistema serio y alternativo al capitalismo reinante contra el que la izquierda no ofrece remedios, sino parches para rebajar el alcohol con sifón. 

Cierta juventud se ha creído que ser de izquierdas es enseñar el chihuahua en Instagram, tatuarse un motivo oriental en el antebrazo o asumir un compromiso solo en internet, clicktivismo, donde la pose suele ser más importante que el fondo de las cuestiones. 

Ola socialdemócrata

La tardía llegada del marxismo al Estado español y la nefasta estrategia oportunista del hombre cuya biografía permite advertir la desafortunada involución del comunismo español de la segunda mitad del siglo pasado, Santiago Carrillo ('reconciliación nacional' en los 50, eurocomunismo en los 70 y partido de homenaje en los 90), facilita que la sociademocracia lo vaya a volver a invadir todo.

La izquierda alternativa con representación institucional, focalizada en el PCE o la izquierda abertzale, ha decidido legítimamente perder los colmillos por retener o alcanzar el poder. Y a su izquierda solo existe un descampado convertido en mercadillo de entrañables fuerzas extraparlamentarias que organizan una comida al año, venden lotería y redactan artículos basados en una teoría que nunca pondrán en práctica porque no dejan de vomitar batallitas, boutades y aburrimiento. 

La izquierda debe buscar un punto de equilibro entre principios (la izquierda ortodoxa) y pragmatismo (la izquierda pop), siendo conscientes de que hay que jugar con los polos de la revolución y reforma sin desviarse de los objetivos: acabar con el darwinismo social mediante la redistribución de la riqueza y rebajar la huella humana en el planeta... también mediante la redistribución de la riqueza. O sea, determinismo económico.

Sujeto navarro

Decíamos hace unos días que el giro socialdemócrata de EH Bildu y Podemos ha dejado huérfana a parte de una izquierda navarra ya rota en mil pedazos. Harina de otro costal es si este hueco en barbecho es suficiente para que lo ocupe proyecto que no sea estéril y desmovilizador. 

La izquierda ortodoxa también tiene que ser consciente de que la sociedad demanda acuerdos entre diferentes y que no estamos en 2014: los partidos progresistas que jueguen a polarizar serán castigados en el próximo ciclo electoral. Pero eso no significa que se deba renunciar a principios básicos ni que se tengan que dejar de realizar demandas basadas en la justicia social. 

Oído en tierra

Es cierto que el neomarxismo se menea con más salero por terrenos embarrados y es previsible que a medio plazo se avecine tormenta si resulta ineficaz la política monetaria llevada a cabo por EEUU y la UE (que están teniendo el acierto de imprimir toneladas de dinero a pesar del riesgo inflacionario).

Entre tanto, la izquierda alternativa debe poner el oído en tierra y advertir que las algaradas sucedidas tras el encarcelamiento de Pablo Hasél hablan muy poco de la reforma del Código Penal, que será realizada de forma inminente por el Gobierno central, y mucho de la tenaza que oprime a la juventud (lastrada por el porcentaje salvaje de paro juvenil y las dificultades de acceso a la vivienda a cuenta de la escalada en frenesí de los precios del alquiler). 

Eso sí, la ola de indignación que provoca estos disturbios deberá ser reconducida para evitar las tendencias anarquistas y estériles que evolucionan hacia anarcocapitalismos y otras desviaciones basadas en una desafortunada asunción de la meritocracia como nueva religión laica. Ya decía Lenin que "sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario". 

Pereza intelectual

La pereza intelectual lastra a la izquierda navarra, hegemonizada por partidos que comparten políticas con UPN (idéntica fiscalidad, apuesta por el TAV, apoyo a la monarquía y a Bardenas). Y es por ello que ni una sola de las cinco fuerzas progresistas del Parlamento de Navarra discuten asuntos como la carta de capitalidad, que es insolidaria sea la beneficiaria Tudela o Nueva York. 

Es cierto que quedan dos años por delante sin urnas y este hecho facilitará que la izquierda pueda reconfiguarse. ¿Hay espacio a la izquierda por conquistar? Es posible. Más dudas existe si lo que pueda surgir sea productivo. 

Nuevo escenario

La 'nueva izquierda', si quiere crear un nuevo sujeto político, deberá poner orden a las ideas revolucionarias con la intención de aportar valor a la sociedad navarra. Este hecho no será fácil si los nuevos proyectos son remedos de viejos partidos nutridos únicamente por elementos carbonizados en el anterior ciclo electoral.

Es evidente que se ha agotado el ciclo electoral del cambio de 2015 y está naciendo una nueva etapa de recomposición del turnismo. Un bipartidismo desgastado recuperará solo parte del espacio perdido y la izquierda alternativa, sin las esclavitudes electoralistas que tenía cuando se soñaba con sorpassar a los mencheviques del PSOE, debe decidir si quiere ser bastón de la socialdemocracia o higiénico contrapoder.