Sugi me da la vida, que nadie me la arrebate








Concentración 9 de mayo 19.00 Plaza del Ayuntamiento de Pamplona

Hola, soy Silvia.

Estoy amenazada de muerte por mi expareja. Se me acaba el tiempo. Necesito que mi perra Sugi pueda acompañarme siempre.

Sugi está adiestrada para defenderme. Por eso pido al Gobierno de Navarra que le permita el acceso a los lugares públicos. En cuanto pueda, mi expareja va a venir a por mí y, cuando eso pase, será vital que Sugi esté conmigo.

Ya hay en el estado 60 mujeres maltratadas que han recuperado las riendas de su vida gracias a perros de protección que han sido especialmente entrenados. Otras 25 se están preparando para ello. Y sin embargo en Navarra esa opción todavía no es posible.

En febrero de este año el Parlamento Foral instó mediante una moción al Gobierno de Navarra a elaborar un estudio de viabilidad para contemplar el acompañamiento de perros escolta como medida de protección las mujeres en riesgo o en situación de violencia de género.

También se instó al Gobierno a analizar la posibilidad de implantar un plan piloto para testar la eficacia de la medida para legislar con ganarantías y valorar el riesgo que pueda darse para el resto de la sociedad.

Pero tanto el estudio de viabilidad como el análisis de la posibilidad de implantar el plan piloto, deberán estar finalizados a los seis meses de su requerimiento, es decir, hay de plazo hasta el mes de agosto. Y yo no tengo tanto tiempo. Está obsesionado. Hasta que él se muera, o hasta que me mate, no va a parar.

Está en prisión por haber quebrantado la orden de alejamiento y por haber roto hasta en 14 ocasiones (sí, 14 veces) la pulsera telemática que me avisa cada vez que se acerca a menos de 500 metros de mí. Pero aunque está en la cárcel, se las arregla para llamarme constantemente para insultarme, para amenazarme y para meterme miedo.

Desde que tengo a Sugi la agonía de vivir en un estado de excepción ha remitido. Cuando cogí su correa por primera vez, me sentí fuerte. Ya no vivo en permanente estado de alerta. Ella es la que está atenta todo el rato.

Por eso ahora quiero relacionarme y vivir con normalidad en cualquier lugar, quiero ser como cualquier otra mujer normal. No basta con tener dos hijos maravillosos, una pequeña empresa que funciona y un marido amoroso e incondicional para superar 18 años de palizas, humillaciones y violaciones sistemáticas. Porque han sido 18 años. Y por eso yo sin Sugi no puedo salir sola a la calle. Aunque vaya acompañada de mi marido o de mis hijos, no puedo por ejemplo entrar en un centro comercial o en un supermercado. Porque hay mucha gente, no puedo controlar a todas las personas, creo que va a aparecer entre la multitud y entro en pánico. Porque muchas veces las palizas me las dio en sitios públicos. Una vez en una autopista, me bajó del coche, me ató con dos bridas y me reventó una botella en la cabeza. Nadie me ayudó. He estado tan hundida y lo he pasado tan mal que ahora que tengo a Sugi, que me da fuerza para seguir adelante, no puedo entender que me pongan trabas. Con la legislación actual mi libertad se reduce mucho. Por eso necesito que el Gobierno de Navarra entienda cuanto antes que Sugi es la única forma que tengo de empezar a hacer una vida normal y de defenderme, porque muy pronto voy a estar otra vez en situación de alto riesgo.

Sugi no es una perra de seguridad. Es una perra de protección. Nunca me va abandonar para salir corriendo detrás de mi agresor porque su función es quedarse y protegerme para que nadie me haga daño. Además ella no decide quién es un posible agresor y quién no. Soy yo la que le tiene que decirle cuándo quiero que me proteja, así que soy yo la que tiene el control de la situación.

La estabilidad y la seguridad que me da Sugi no me la da nadie. Necesito poder ir con Sugi a todos los sitios. Quiero poder subirme al autobús, quedar con mis amigas para tomar algo o ir con mi hija a un centro comercial. No entiendo por qué no me dejan. Se trata simplemente de que equiparen a Sugi como perro de defensa con los perros lazarillos que tienen las personas invidentes, de forma que se les permita entrar en los espacios públicos.

Hace un año trasladaron a mi verdugo desde Cataluña a la cárcel de Pamplona. Lo tengo aquí al lado. Saldrá de prisión en octubre de 2020, pero puede salir con un permiso penitenciario en cualquier momento. Por eso no puedo seguir así. Sé que cuando salga va a venir a por mí y, cuando eso pase, quiero que Sugi pueda defenderme. Es mi vida la que está en juego.

Y si estoy aquí poniendo mi cara, mi nombre, mi cuerpo y mi experiencia, no es sólo por mi caso concreto. Soy consciente de que hay muchas mujeres en Navarra que sufren maltrato o lo han sufrido en el pasado. Quiero para ellas también lo que pido para mí: seguridad garantizada.

Nos va la vida en ello.

Silvia González Pascual