Por Michael Duggin
Traducido por Eva Calleja
https://www.counterpunch.org/2018/12/14/climate-change-and-the-limits-of-reason/
El hombre urbano-industrial moderno es muy dado a violar en la naturaleza todo sobre lo que puede poner sus garras. Viola el mar; viola la tierra; las reservas naturales de la Tierra. Viola la atmósfera, Viola el futuro de su propia civilización. En lugar de vivir de los excedentes del mundo natural, que es lo que debería hacer, vive de su sustancia. No necesitaría hacer eso si fuese menos numeroso, y estuviese satisfecho viviendo una vida más sencilla. Pero ni está preparado ni para reducir su número ni para llevar una vida más sencilla y más sana. Así que continua destruyendo su propio entorno, como una gran plaga de langostas. Y debemos esperar de él que, como hasta ahora, continúe ciegamente con este proceso depravado, el de poner punto final a su propia existencia en el próximo siglo. De hecho, los años 2000 al 2050 deberían ser testigos del final de la gran civilización Occidental. Los chinos, más prudentes y menos consentidos, no menos dados a la superpoblación pero preparados para ser más implacables controlando sus efectos, puede que hereden las ruinas.
– George Kennan, entrada de diario, 21 de marzo 1977,
Pero al hacerme viejo me doy cuenta del papel tan limitado que juega la razón en la conducta de los hombres. Creen lo que quieren creer –y aunque a peligro de sufrir un naufragio, generalmente zarpan con un agujero en el casco taponado con un abrigo viejo.
– Oliver Wendell Holmes, Jr. (a Harold Laski), 26 de diciembre 1917.
Todos vemos lo que está pasando, lo leemos en los titulares todos los días, pero ver no es creer y creer no es aceptar.
– Roy Scranton, Estamos condenados. ¿Ahora qué? (We’re Doomed. Now What?)
¿Es demasiado tarde para evitar una catástrofe medioambiental mundial? ¿Indican las cada vez más preocupantes señales que nos da el planeta que una especie de caótico punto de inflexión ya está sobre nosotros? Los hechos y la razón son bastones muy débiles en comparación con opiniones arraigadas y con la capacidad humana para el autoengaño. Sospecho que, probablemente, ni este artículo ni cualquier otro sobre el tema cambie muchas opiniones.
Con unos niveles de dióxido de carbono en su punto más alto en tres/cinco millones de años sin un límite en su aumento a la vista, un calentamiento, elevación y acidificación de los mares del mundo, una destrucción de hábitats y un colapso en cascada de especies y ecosistemas enteros, algunas mentes pensantes creen ahora que estamos cerca de, o hemos pasado el punto de no retorno. La cuestión puede que no sea si podemos darle la vuelta o no, sino cuanto tiempo tenemos antes de que un bucle de retroalimentación negativo del medioambiente tal y como estaba se convierta en un bucle de retroalimentación positivo para la catástrofe. Parece que la respuesta es probablemente entre unos pocos años o una década o dos, tirando alto, si no estamos ya allí. El verano templado de once mil años –el Holoceno- que permitió y nutrió a la civilización humana y que facilitó que nuestro número creciese, expirará debido a nuestra propia especie en un futuro no muy lejano.
La humanidad es un proyecto desbocado. Con una población mundial de más de 7,3 mil millones, somos una plaga maltusiana. Esto no es una condena o una acusación, tampoco ningún alarde irónico. Es un hecho observable. La evidencia de que nos encontramos en una encrucijada de la historia y de la historia natural, de la naturaleza y de nuestra propia naturaleza, es ahora abrumadora. El hecho de que un cambio catastrófico en progreso está literalmente en el aire, es innegable. Pero antes de que podamos pensar en soluciones para mitigarlo, debemos admitir que hay un problema.
Considerando la abrumante corroboración-objetiva, lecturas de niveles de CO2 atmosféricos analizados y vueltos a analizar, la acidificación de los océanos, la muerte de los arrecifes, y el deshielo, más rápido de lo esperado, de los casquetes polares y de Groenlandia y la subsiguiente elevación del nivel del mar – francamente, debemos considerar a aquellos que todavía defienden que el cambio climático causado por el hombre no es real, o como estúpidos, cínicos, irracionales, ideológicamente engañados, obstinadamente ignorantes o distraídos, patológicamente cabezones, terminalmente avariciosos, o sino como aferrados ilógicamente a la posición equivocada ante hechos demostrables. No hay otra posibilidad de describir a esas personas y, en términos prácticos, la diferencia entre esas categorías que se solapan es inexistente o trivial. Si esta afirmación suena maleducada e infringe los Elementos de Estilo, que así sea entonces.1 La hora para el civismo y las “controversias” y “debates” que no hacen más que distraer, se han acabado, y no me disculpo en manera alguna del tono de esta afirmación. A nadie beneficia consentir a estos negacionistas cínicos y delirantes mientras la barandilla de popa del Titanic se eleva sobre el horizonte.
Algunos comentaristas han comparado a los negacionistas del cambio climático con aquellos que niegan el Holocausto y la esclavitud. Aunque las comparaciones morales son siempre complicadas, es probable que el daño permanente que los humanos están haciendo al planeta exceda con mucho del daño que hicieron los nazis o los esclavistas. La cuestión es hasta qué punto, aquellos de nosotros que no niegan el cambio climático pero que contribuyen a él somos tan culpables como esas odiosas categorías históricas. Quizá solo seamos simples facilitadores –colaboradores- y el equivalente de aquellos que conocían los crímenes y que no hicieron nada y volvieron los ojos hacia otro lado o quizá conscientemente se concentraron en las demandas y prioridades inmediatas de su vida privada. Nadie, excepto los niños, arrojados inconscientemente a esta catástrofe, es inocente.
El debate sobre si la actividad humana ha cambiado el medioambiente global ha terminado en todos los sentidos racionales. El cambio climático causado por el hombre es real. Negarlo es revelar que estás al mismo nivel intelectual que aquellos que creen que la Tierra es el centro plano del universo, o que niegan que la teoría de la evolución moderna contenga explicaciones mejores y más precisas que los mitos arquetípicos de la religión y el sofisma de distracción teológico de “la Teoría del Diseño Inteligente”. Las cuestiones que quedan serán sobre los innumerables detalles inescrutables o, que se pueden conocer parcial o imperfectamente sobre el caos del próximo Eremoceno (alternativamente Antropoceno)2 y el alcance que podrán tener los cambios y las consecuencias, su gravedad, y si pueden ser revertidos o mitigados, y cómo. La cuestión inicial es simplemente si es o no demasiado tarde ya para darle la vuelta.
Ya hemos cambiado la química atmosférica del planeta hasta un punto que es posiblemente irreparable. En 2012 los niveles de CO2 atmosférico en el Polo Norte excedían las 400 partes por millón (sobre los del periodo pre-industrial de aproximadamente 290 ppm). En el momento en el que escribo esto, los niveles de dióxido de carbono están en las 408 ppm. Esto no es una opinión sino un hecho mensurable. Los niveles de dióxido de carbono se pueden medir fácilmente, incluso por la gente que no cree que la actividad humana esté alterando el medioambiente mundial. Incluso si la producción de carbono generado por los humanos se detuviese hoy, el exceso existente durará cientos de miles de años o más si no se mitiga activamente.3 Por lo tanto, la mayor parte del daño ya está hecho –las condiciones para un cambio catastrófico están aseguradas- y ahora simplemente estamos esperando que los efectos se manifiesten mientras los niveles de carbono continúan subiendo sin cesar con pequeños estancamientos y fluctuaciones.
Los aumentos del carbono atmosférico han resultado en la acidificación de los mares. Esto también es un hecho observable y cuantificable. El hecho de que la absorción de CO2 del agua del mar resulta en su acidificación y el hecho de que el dióxido de carbono atmosférico atrapa el calor con más eficacia y en mayor medida que el oxígeno son ahora principios de ciencias de nivel de escuela de primaria y no son de ninguna manera afirmaciones controvertidas. Si no reconoces estos dos hechos, en realidad no tienes una opinión sobre el cambio climático o sus causas. Tal y como está, el “debate sobre el clima”- polémica sobre la realidad global del cambio climático –no es de ninguna manera un debate científico, es un debate político y de entretenimiento político que oculta observaciones comprobables/mensurables frente a las negaciones estúpidas y desinformadas de los verdaderos creyentes que las evocan, o sino, de los cínicos que se benefician de la generación de carbono (esto último recuerda a la parábola del hombre a quien se le paga una pequeña tasa para que se ahorque).4 Algunos de los oficiales generales del ejército de los Estados Unidos están ahora afirmando oficialmente que el cambio climático constituye la mayor amenaza que existe para nuestra seguridad nacional.5
Algunos negacionistas responden a hechos sobre el cambio climático con observaciones anecdóticas sobre el tiempo- los inviernos localmente más fríos o con más nieve de lo habitual en ciertas regiones, son su distracción favorita –sin contemplar siquiera el cuadro más amplio (y mucho menos el hecho de que los inviernos fríos o con más nieve que ha sufrido el Norte de América desde 2010 fueron causados por un debilitamiento de la corriente del golfo, causado por masas de aire más cálidas de lo normal en Eurasia, que desplazaron al vórtice polar desde su eje hacia los 48 estados de más abajo, mientras en algunos momentos en Groenlandia disfrutaban bajo el sol a 10ºC).
Una respuesta efectiva a esta descarada torpeza es una simple y conocida analogía: el clima es como tu personalidad y el tiempo es como tu estado de ánimo. Simplemente por el hecho de estar triste un día o dos no significa que eres depresivo clínico, al igual que un invierno localmente frio en medio de dos de las décadas más cálidas que nunca se habían registrado a nivel mundial, no significa una tendencia global al enfriamiento. Algunos lugares es posible que se enfríen mientras las temperaturas totales del planeta se elevan. (Las Islas Británicas puede que se enfríen cuando las aguas del deshielo del ártico empujen a la corriente del golfo hacia el sur). Por supuesto, el carbono generado por los humanos es solamente un aspecto de la crisis medioambiental mundial, y un síntoma del desequilibrio existente.
Los humanos también están matando a sus especies compañeras a un ritmo que pronto superará al de la extinción del Cretácico, y es la sexta gran extinción de la historia natural de la Tierra.6 Este hecho es espeluznante si es que puede ser cuantificado de alguna manera–los números aquí son más indefinidos y más especulativos que las medidas precisas de la química y la temperatura, y las estimaciones bien pueden estar a la baja. Nunca se podrá conocer el verdadero número de especies perdidas ya que se está empujando hacia la extinción a especies no identificadas antes de que la ciencia pueda describirlas y catalogarlas.7 Pero como afirmación general, esta alarmante pérdida de biodiversidad y de hábitats no es ninguna polémica entre las comunidades que estudian estos temas seriamente. La historia humana ha demostrado ser un momento breve y destructivo de la historia natural en el que nos hemos convertido en las langostas o en algo mucho, mucho peor que tales apariciones y desequilibrios estacionales.
Como decía un amigo mío, aquellos que continúan en su paraíso de locos o en su obstinado cinismo por unos beneficios a corto plazo y que todavía niegan la realidad del cambio climático, al final deberán contestar a dos preguntas: 1) ¿Qué aceptarías como prueba de que los humanos están alterando el medioambiente mundial? 2) ¿Qué pasa si estás equivocado en tus negaciones?
Desde mi propia experiencia, he encontrado que ni la razón basada en los hechos ni la consecuente disonancia cognitiva que esta infunde, cambia opiniones una vez que estas están firmemente fijadas; el raciocinio y la negación son los pilares gemelos de la psicología humana y es una característica común y desafortunada de nuestra especie reafirmarnos en creencias erróneas antes de admitir un error y enfrentarnos a los problemas con diligencia. Este bien puede ser nuestro epitafio.
Notas
1. William Strunk, Jr. and E.B. White, Elementos del Estilo (The Elements of Style, 1979).
2. Para Eremoceno o “La Edad de la Soledad” y Antropoceno o “La Edad del Hombre” ver Edward O. Wilson, Medio planeta: la lucha por las tierras salvajes en la era de la sexta extinción (Half-Earth, Our Planet’s Fight for Life, 2016).
3. David Archer, El Gran Deshielo (The Long Thaw, 2009).
4. Sobre disputas políticas disfrazadas de debates científicos ver Leonard Susskind La Guerra de los Agujeros Negros, (The Black Hole War, 2008).
5. Roy Scranton, Aprender a morir en el Antropoceno (Learning to Die in the Anthropocene, 2015).
6. Elizabeth Kolbert, La Sexta Extinción (The Sixth Extinction, 2014), y Notas de Campo desde una Catastrofe (Field Notes from a Catastrophe, 2006-2015).
7. Edward O. Wilson, El Futuro de la Vida (The Future of Life, 2002).
Michael Duggin fue Miembro de la Corte Suprema durante 2011-2012. Ha dado clases en Georgetown y en el programa NYU de Washington, D.C.