200 años con Marx










LAS 50 EFEMÉRIDES DE 2018

Karl Heinrich Marx nació en Tréveris (Renania-Palatinado) el 5 de mayo de 1818, hace ahora 200 años. Murió en Londres en 1883, pero lo han dado por muerto y ha resucitado muchas veces y en varias partes del mundo. Marx sigue siendo el pensador de los indignados/cabreados, de los que claman en el desierto contra las injusticias y de los que saben, a menudo por experiencia personal, que tras las promesas de prosperidades inauditas siempre hay sudor y la miseria de demasiada gente. Hoy un concepto creado por él (“capital ficticio”), domina las finanzas de todo el mundo. Pero ideas suyas como enajenación, plusvalía o ideología siguen vivas. Quizás nunca veremos una revolución marxista pero a Marx se le debe un enfoque aún muy vivo a la hora de estudiar las sociedades. ¿Para qué sirve Marx?

A la hora de analizar el lugar de Marx en el pensamiento de hoy hay una dificultad obvia. En el marxismo la política y la teoría están tan interrelacionadas que, de hecho, no se pueden separar. Cada fracaso del comunismo (¡y los hay estrepitosos y sangrientos!) ha sido interpretado como un error de la teoría en la que supuestamente se sustenta. Además el propio Marx se consideraba un crítico del capitalismo, Pero el capitalismo del siglo XXI tampoco es el del siglo XIX. Aunque sus principios generales no hayan variado mucho, las formas de la explotación capitalista ahora no tienen mucho que ver con las de hace un siglo o dos. El edificio social se ha vuelto mucho más complejo, los derechos individuales cada vez toman más fuerza, el feminismo y la ideología de género han entrado en la lucha política y el proletariado está en vías de desaparición con la revolución informática. El mismo concepto de revolución está en revisión radical y los Partidos Comunistas han desaparecido casi por completo en Europa. Y eso por no hablar del Partido Comunista Chino, tan partidario del capitalismo que no tiene reparos en aplastar cualquier protesta obrera. Vivir para ver, camarada Mao. El marxismo hoy se topa con un neocapitalismo postliberal y desregulado, pero el abuelo Carlos ya previó que un día el capital financiero acabaría por devorar la misma actividad empresarial productiva; y el endeudamiento y el déficit crónico se situarían en el centro mismo de la política hasta condicionarla en todo. Véase ‘La Lucha de clases en Francia’, que es un escrito de 1850.

¿Para qué nos sirve Marx, si el comunismo pertenece a la esfera de las ilusiones muertas y en Cuba se pasa mucha más hambre ahora mismo que en la Grecia intervenida por la Unión Europea? La respuesta es que el muro de Berlín cayó, pero la explotación del hombre por el hombre continúa viva. Si Marx sigue siendo un clásico no es por su teoría de la revolución -que falló estrepitosamente-, sino por su descripción del capitalismo. La lucha por los cambios sociales es también una lucha por los cambios de ideas. No se trata sólo de intentar refutar las teorías de los demás, sino de proponer algo nuevo que dé esperanza de un mundo más justo. La lucha entre (neo)liberalismo y marxismo no es sólo un combate económico, es también y sobre todo, un debate de ideas que se pregunta cómo se puede transformar políticamente el marco de las contradicciones sociales. El pensamiento de Marx hoy es como una vieja cantera con mucha piedra aún por picar.



Las miserias del abuelo Carlos

Es relativamente fácil “desmontar” a Marx: si la revolución mundial no se ha hecho en cien años, difícilmente se producirá pasado mañana. Si los obreros europeos han preferido explotar a sus hermanos de clase africanos o asiáticos, por algo será. Aquello de “¡Proletarios del mundo; uníos!” ha tenido poco éxito. Con todo, una cuestión es obvia: si Marx no ha muerto es porque inició un nuevo tipo de reflexión, un estilo de pensamiento, que sigue vigente ahora. Marx sacó el ámbito de la reflexión política y económica del ámbito de la moralidad. Comenzó a pensar la historia con herramientas que van más allá del puro empirismo y la vinculó para siempre a la economía. Él mismo lo escribió en ‘Miseria de la Filosofía’: “La legislación, tanto la política como la civil, no hace otra cosa que pronunciar, verbalizar, la voluntad de las relaciones económicas”. Es difícil afirmar hoy que la economía determina radicalmente la sociedad. Ha terminado por tener razón Gramsci, cuando defendía, que incluso entre los explotados, los factores culturales e ideológicos pueden pesar más que las miserias de la economía. Pero la economía y la dominación del dinero sobre la vida sigue siendo una de las causas fundamentales de la miseria humana.

El segundo elemento que hay que seguir teniendo en cuenta en la herencia del abuelo Marx es su aviso sobre la capacidad del capitalismo para mutar y transformar las condiciones de su supervivencia. Lo escribió en el ‘Manifiesto Comunista’: “La burguesía no puede existir sin revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, en consecuencia, todas las relaciones de producción y todo el conjunto de las relaciones sociales”. El ecologismo contemporáneo deriva de la convicción de que el capitalismo sólo puede existir depredando, cambiando las relaciones del hombre con la naturaleza y ampliando la explotación del hombre por el hombre. La famosa “destrucción creativa” que según Schumpeter (1883-1950) es el motor de la creación de riqueza en el mundo amenaza hoy con alterar el medio ambiente y pone en peligro la estabilidad emocional de cada vez más personas en todas partes. El capitalismo según la teoría marxista no puede sobrevivir sin producir bienes nuevos, inventar nuevos métodos de producción, abrir mercados cada vez más diversos, exprimir las materias primas del planeta y buscar una organización del trabajo cada vez más eficiente, aunque sea al precio de destruir emocionalmente a los individuos que, por otra parte, son “productores” más que ciudadanos.

Hoy tenemos numerosos indicios de que las intuiciones de Marx (y de Schumpeter) deben ser fundamentalmente correctas. La degradación medioambiental, el cambio climático, la desertización creciente tanto en África como en muchos países del Mediterráneo del norte es una obviedad. Al menos cinco enfermedades respiratorias que se derivan de la contaminación ambiental (cáncer de pulmón, neumonía, tuberculosis y los accidentes de circulación, causados ​​por la enfermedad del sueño) se encuentran entre las diez que matan más gente en todo el mundo. Esto dejando de lado el crecimiento del estrés y de las depresiones. Ahora mismo en Europa muere mucha más gente de infarto y de ictus en el puesto de trabajo que de accidentes laborales clásicos.

Capitalismo y crisis económica son como dos caras de la misma moneda. Es fácil observar también que en los países de la OCDE se están dando ahora mismo fenómenos que Marx ya había previsto: la baja eficacia de las grandes empresas multinacionales implica una disminución del rendimiento de su capital, las empresas reaccionan a esta evolución reduciendo salarios y la disminución de salarios conduce a la disminución del consumo, lo que, a su vez, hace que las empresas se lancen a realizar operaciones especulativas, que de forma inevitable producen crisis financieras.



Una sociedad de sujetos alienados

Marx fue un puro producto de la revolución industrial. La vio desarrollarse en el Reino Unido y extenderse por la Europa del Norte y por Francia en tiempos de Napoleón III. En todas partes donde vio capitalismo industrial encontró también miseria económica y moral. La cuestión de la alienación, es decir, del triunfo de una lógica impersonal sobre la vida y los deseos de las personas reales, es otra de las aportaciones que quedarán del marxismo. Marx no sólo denunció como falacia la tesis liberal según la cual todos los individuos nacen libres e iguales en derechos. Afirmó, además, que “la ideología dominante es la de la clase dominante”. Y esto se ha convertido en una obviedad desde el triunfo de las sociedades basadas en las nuevas tecnologías. La mistificación de la realidad, la posverdad, se ha convertido en una herramienta de gestión de la opinión pública a nivel mundial y esto no tiene pinta de detenerse en los años por venir. Quien primero lo intuyó fue Marx. La alienación (que es el nombre técnico de la falsa conciencia) no es ninguna exclusiva del capitalismo. En todas las sociedades se ha procurado desde siempre disimular los mecanismos de explotación y provocar conciencia de culpa entre los explotados. El mercado se convierte en el único juez y valedor de la sociedad. Sólo eres persona si tienes medios materiales y económicos. Los individuos son exprimidos por la lógica del mercado y se convierten en cosas, productos, que pueden ser compradas y vendidas sin más. Enajenación y emancipación constituyen en Marx una dialéctica inevitable, que hace funcionar la historia y al mismo tiempo produce miseria económica y moral. La organización científica del trabajo, tal como se diseñó en la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, ha convertido a los humanos en herramientas y los ha reducido a su valor de uso. Cada vez más el malestar psicológico de los individuos confirma que la intuición marxiana de la alienación como fenómeno psicosocial es básicamente correcta.

Las enfermedades que afectan a la salud psicológica de los trabajadores no están recogidas como enfermedades profesionales en el BOE y detectarlas no es nada fácil. Pero el burnot (*), la depresión y el síndrome postvacacional afectan cada vez a más y más trabajadores. Hay estudios que indican que en Europa la depresión afecta a uno de cada tres trabajadores. En todo caso, cada vez más la gente se siente triste y deprimida y sentarse frente a una computadora ocho horas cada día no es más creativo que trabajar en una fábrica textil hace cien años. La sensación de despojo de un mismo crece por todas partes. Marx acertó.



Marx en la globalización

Al abuelo Carlos la globalización le habría gustado porque, a su juicio, la extensión de los modelos industriales europeos por todo el mundo hacía más fácil también la tarea de la revolución en los países capitalistas. Para él, la globalización era una consecuencia ineludible de la necesidad de que el capitalismo tiene que hacer aumentar su tasa de ganancias. El mundo no es una mercancía para Marx pero la mercancía cada vez más ha invadido el ámbito de la vida. La globalización va de la mano con la privatización de la vida y con la alienación. El paro estructural que produce la globalización no se puede separar del malestar emocional y político en las sociedades contemporáneas.

Por ahora África representa aproximadamente sólo un 1% del comercio mundial y toda América Latina (Brasil incluido) es un 5%. El resto son básicamente intercambios entre países del Norte, y con China y Japón. Por tanto, lo que falta no es globalización sino oportunidades para los países del Sur. Con el nivel actual de riqueza mundial no hay ninguna necesidad de que 815 millones de personas pasen hambre en el mundo (según el informe de la FAO de 2017), ni que la malnutrición mate 3,1 millones de niños cada año. Marx entendió que sin gobernanza política el sistema de la globalización era un arma capaz de matar el sistema capitalista porque produciría un descontrol político imposible de racionalizar. La pura economía de mercado no dispone de mecanismos de autorregulación para evitar la catástrofe.

En un mundo gobernado por los monopolios, el capitalismo, entendido en su forma liberal clásica, ya hace años que dejó de existir. En todo el mundo sólo quedan dos constructores de aviones (Boeing y Airbus) y nueve de cada diez pantallas de televisión se producen en China, que con permiso de la India, es la fábrica del mundo. En definitiva, globalización y monopolio van de la mano. Marx entendió por primera vez que el mercado y la democracia debían entrar claramente en conflicto. El mercado no conoce fronteras ni límites en términos de territorio o de dominio y, en cambio, la democracia necesita fronteras para poder arraigar el dominio de la ley. De aquí que (de Cuba a Vietnam) el marxismo haya arraigado muy especialmente donde hay problemas nacionales Quizá por eso, hoy, en la ‘Transformación Global’ que ha traido la tecnociencia, el pensamiento de Marx sigue siendo un faro para los que creen que el mundo debe cambiar de base.

(*) https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADndrome_de_desgaste_profesional

EL TEMPS