Sobre energías renovables y educación ambiental








Afirmaba Einstein que no podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos. Después de tantos años de intentos infructuosos, se evidencia que la crisis ambiental no se puede lograr únicamente mediante acuerdos políticos, incentivos financieros o soluciones tecnológicas. Caminar hacia el horizonte de la sostenibilidad exige cambios en la manera en que pensamos y actuamos y ahí es donde entra en juego la Educación. Por tanto, es necesario actuar en todos los niveles para movilizar plenamente el potencial de la Educación, y de la educación ambiental en concreto, para ofrecer más posibilidades de aprendizaje con miras a una transformación social que supere la crisis ambiental. Esta transformación pasa indefectiblemente por el cambio de modelo energético que sustenta este modelo de sociedad.

La educación ambiental postula la interdependencia de medio ambiente y sociedad, entre la biosfera y los sistemas sociales como son la administración pública, la economía o el sistema legislativo. Por ello, puede contribuir a impulsar políticas energéticas y medidas transformadoras en favor dela sostenibilidad a fin de responder a las distintas necesidades mundiales, regionales, nacionales y locales. De hecho, así lo lleva haciendo hace años, aunque con diferentes resultados. En los últimos años han aumentado notablemente los debates y las noticias sobre las energías renovables, los parques eólicos, los coches híbridos, las placas solares, el descenso de las reservas de petróleo, las subidas de precio de los combustibles, el cambio climático, el efecto invernadero, etc. Todos estos problemas ambientales, que también se han desplegado en el debate social, no dejan de ser diferentes modos de ver la problemática de la energía. Este debate social también se extiende a la educación formal, a la no formal y a la informal. En la educación formal la energía es un contenido curricular tradicional del sistema educativo y, particularmente, de la educación ambiental.

Cierto es que la problemática energética y el conocimiento de las energías renovables quedan reflejados en el Decretos curriculares para la Educación Básica en la Comunidad Autónoma del País Vasco de 2010. Sin embargo, su tratamiento-también tradicional, centrado en la dimensión física o química de la energía y dejando de lado las problemáticas sociales adheridas al problema energético- ha sido poco útil para cambiar el pensamiento de las personas y las políticas de las administraciones en relación con el modelo energético predominante en nuestra sociedad. Aun así, el interés de los centros educativos es notable y lo demuestra que más del 70% de los centros de enseñanza obligatoria desarrollen programas de educación ambiental como puedan ser la Agenda 21 Escolar, las Ecoescuelas, proyectos de reciclaje, de movilidad… o de energía.

Quizá, la Universidad debiera de tomar ejemplo de estos centros y comprometerse bastante más de lo que hoy día hace para convertirse, en este campo, en la referencia que debe ser. Los modelos predominantes a la hora de trabajar el problema de la energía son básicamente el modelo tradicional, el tecnológico y el activista. Aunque intenten ser más constructivistas, muchos materiales que parten de las administraciones públicas siguen siendo documentos de corte tecnológico y desarrollista. Estos materiales didácticos no hacen un tratamiento didáctico complejo de la energía y, efectivamente, es ineludible investigar y reformar los materiales ya existentes para que la práctica educativa pueda ser más completa y compleja. Por otra parte, la escuela se encuentra con la disociación entre lo deseable, que tiene que ver con un cierto discurso social “políticamente correcto”, y la práctica correcta, en la que se incorporan políticas, megaproyectos y rutinas que muchas veces contradicen ese discurso. La educación no formal, aquella que se da fuera del sistema educativo institucional, la ofrecen las administraciones, instituciones o entidades expertas, ONGs... y suele dirigirse a consumidores, jóvenes, clase política, empresariado, sectores profesionales que toman decisiones sobre los recursos, etc. En este ámbito encontraremos propuestas para el desarrollo y uso de las energías renovables en las actividades del hogar y de transporte, en las de ocio y tiempo libre, en las campañas de presión política, en las de sensibilización pú- blica, en los centros de interpretación ambiental, en las empresas de educación ambiental, en jornadas, mesas redondas…

La educación ambiental informal nos llega a través de los medios de comunicación, de documentales, películas, libros… que nos dan información y formación sobre las alternativas que ofrecen las energías renovables al modelo energético dominante. Las ideologías o las políticas que están detrás de los grupos mediáticos ofrecerán, según el caso, mensajes en clave más desarrollista y tecnócrata o más transformadoras y sostenibles. Aquí surge un galimatías enredoso cuando aparecen los términos energía ‘limpia’, energía ‘alternativa’, energía ‘verde’… con los que tendremos que estar ojo avizor por el significado que conllevan o por quien lo impulsa. Trabajar las energías renovables desde una educación ambiental de corte ecosocial supone atender la totalidad de la crisis ambiental, poner de manifiesto las relaciones que hay entre el modelo energético y la política, la economía, la desigualdad e injusticia social, la huella y la deuda ecológica, la pobreza energética, etc. Y requiere de prácticas que reafirmen el valor como elementos de transición de la energía eólica (20 veces más poderosa que la hidráulica), de la geotérmica (la gran olvidada entre las renovables), de la hidráulica (bien sea marina o fluvial), de la biomasa (la más tradicional de las renovables), de la solar (la mayor fuente de energía disponible y madre de todas las demás)… “La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle” decía la gran Montessori. La educación ambiental es un proceso de transformación social y energética hacia la sostenibilidad, pero ella sola no puede con tan hercúlea tarea. Se necesitan acciones políticas, ecológicas, económicas, empresariales y sociales integradoras y comprometidas que ofrezcan un marco coherente a la lucha de la educación ambiental en pro de las energías renovables.

José Manuel Gutiérrez Bastida, especialista en Educación Ambiental