Sobre la gestión de las piscinas de Fustiñana





Por Carlos Guillén Sola: 

Pasada ya la temporada de piscinas, sí convendría hacer una serie de consideraciones al respecto de la gestión que ha habido a lo largo de éste verano que, así como del anterior, ha sido bastante criticable. El año pasado por el tema del cloro, éste año, parece ser por una fuga de agua de la que no está nada claro y llegó a dejar a todo el pueblo de Fustiñana varias horas en plenas fiestas de agosto sin agua. Y de esa manera, ya son dos años consecutivos que hemos tenido las piscinas de Fustiñana cerradas por unos días. Como gesto de buena voluntad, se deriva a la gente a las instalaciones de la Asofare, las piscinas privadas, en lo que la gente ya empieza a conocer como “la jornada de puertas abiertas”, que si bien un año coincidió con una ola de calor, éste año ha sido al comienzo de la temporada. Algo novedoso, pues hasta ésta legislatura, creemos no se había producido nunca antes, y sin saber si el ayuntamiento paga algo a esas instalaciones por ese favor. 

Polémica se causó por otro lado por la subida de tasas en algunos tramos, por ejemplo la gente jubilada. Y por desgracia hemos tenido que lamentar un accidente que revistió cierta gravedad. Algún otro que tuvo que ver con el estado de las baldosas, las muchas averías del robot que limpia el fondo de la piscina o el estado, en ocasiones, del propio césped. Al hilo de ésto, hay quejas por una normativa que no está clara, como por ejemplo la obligatoriedad de hacer moños para colocarse un gorro de piscina o el clásico de colgar hamacas en unos clavos. Las normas debieran especificarse por escrito en algún sitio. Siendo las piscinas municipales, las que se mantienen desde las arcas públicas, el equipo de gobierno debería de poner un mayor énfasis a la hora de mejorar su propia gestión y también, el propio mantenimiento. 

De todo el mundo es conocido un viejo truco del capital y sus aliados, el cual genera inestabilidad en lo público, conduciendo a una situación de empeoramiento del servicio ofrecido, con la intención de justificar después una privatización directa o una gestión privada de las cosas. Un ejemplo claro lo tenemos en algunas de las externalizaciones de los servicios públicos siendo uno de los casos más notorios, el de las propias residencias, que a pesar de ser públicas hay casos en los que son gestionadas desde entes privados. Ahora bien, no nos detendremos ahí, pues eso es “harina de otro costal”, aunque tenemos claro que también convendría abrir un debate al respecto. La apuesta por externalizar o primar lo privado o desidia en lo público, no es una actitud muy progresista, por mucho que nuestro alcalde haya asegurado en algún medio, sentirse más progresista que cualquier político de izquierdas. 

La gestión pública de las cosas siempre va a ser más beneficiosa para las personas usuarias, porque lo que se busca es la eficiencia a la hora de llevar a cabo un servicio, mientras que en lo privado, huelga decir que lo que prima en buena medida, es el beneficio, en definitiva, hacer caja. Y no queremos bajo ningún concepto menospreciar o manchar la iniciativa privada, con gente profesional, generadora de empleo, además de necesaria en muchos ámbitos. Simplemente dejar claro eso, que la gestión por parte del equipo de gobierno de las piscinas municipales debería de ir encaminada a dotar al pueblo de unas instalaciones de calidad, con unas tasas proporcionadas y con un mantenimiento adecuado. 

Con las piscinas ya cerradas al público, ahora es el momento de tratar de solucionar los problemas que pueda haber, sin esperar a que la próxima temporada de piscina esté a la vuelta de la esquina y encontrarnos con que esos problemas puedan generar una afección a la vecindad. No ser usuario, no es excusa para no estar al tanto de todas las cuestiones que le afectan, porque como decíamos más arriba, estamos hablando de un servicio público municipal, sostenido desde las arcas públicas, con el dinero de todas y todos. Y el deber del equipo de gobierno, y también del ayuntamiento en general es, en primer lugar, realizar la mejor gestión posible y por supuesto, velar porque así sea.