La (l)hucha de las pensiones; por Carlos Guillén Sola



 




Mucho se habla desde hace tiempo del futuro de las pensiones. La hucha de las pensiones quedó prácticamente vacía y los mantras más extendidos entre la gente trabajadora no son otros que el de dar por hecho que “no vamos a cobrar una pensión” y que son “insostenibles”. Mientras, miles de pensionistas salen a la calle desde hace cuatro años en defensa de una dignificación de las pensiones públicas y su mantenimiento. Sin embargo hay varias cuestiones que poner sobre el tapete. La aceptación de los mantras por resignación, implica dar ventaja, otorgar media batalla a la bandada de buitres del capital. 

¿Recuerda alguien cuando se decía que la privatización de Telefónica (por ejemplo) era lo más viable porque era una auténtica ruina? Una ruina que hizo de oro a quienes por medio de las denominadas “puertas giratorias” entraron a los consejos de administración. Por tanto, no sería tan ruinosa. Igualmente sucedió con la privatización de las empresas del gas, eléctricas, etc. ¿Ha traído algún beneficio que no haya sido para los bolsillos de unos pocos? 

Por supuesto que un servicio público puede ser deficitario. Pero la misión de tales servicios no es otra que ser garantes de universalidad y calidad. ¿Van a ser los planes de pensiones privados garantes de dicha universalidad y calidad? Lo dudo. Hablando de banca, me viene a la cabeza ahora cuando poco antes de la crisis de 2008 corría otro mantra que decía aquello de “meteos ahora en una hipoteca desorbitada de por vida, porque en breves no podréis acceder a una vivienda”. ¿Cómo fue posible que tanta gente picara en el anzuelo? Negocio redondo para la banca. Después, la tragedia. 

El sistema público de pensiones está en riesgo, dicen. Ahora bien, ¿alguien ha oído que estén en riesgo las partidas presupuestarias dedicadas a mantener la monarquía, la asignación a la iglesia o el ejército? No hay para mantener unas pensiones pero sí a una monarquía arcáica y poco democrática corrompida hasta el tuétano. Hay para que las arcas públicas de un estado supuestamente “aconfesional”, asigne dineros a la iglesia de las inmatriculaciones, entre otras cuestiones. O para un ejército que lava su imagen ocupando en ocasiones, como hemos visto durante la pandemia, el lugar que deberían de cubrir personal civil. No es que el ejército de forma altruista “colabore” aquí o allá, sino que se debe invertir más dinero en parques de bomberos, personal sanitario, protección civil, etc. 

¿Tienen futuro o no las pensiones? Abolir la monarquía, apostar por la laicidad, desviar los gastos militares hacia gastos sociales, a los corruptos ¡que devuelvan lo robado!, la banca los millones de euros que costó su rescate, perseguir el fraude, nacionalizar sectores estratégicos, garantizar trabajos y salarios dignos y una fiscalidad progresiva donde pague más quien más gane, son algunas fórmulas que harían sostenibles unas pensiones públicas dignas. 

Que no nos la cuelen, las pensiones públicas dignas no sólo son sostenibles, sino que además son necesarias. No es que sean un premio, son un derecho, como lo es la sanidad, la educación, la vivienda o el trabajo dignos. Hay que tomar conciencia, no tragarnos sus mantras y no regalarle otra victoria más al capital. 

La receta; organización y lucha. No podemos dejar sólo al movimiento pensionista porque su lucha es la de la mayoría social. Organizarse en plataformas, sindicatos, etc., porque si nos abruman con sus frases hechas es porque saben que ésta batalla la pueden perder. 

Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden. Si el gobierno no es favorable, habrá que luchar en su contra para conseguirlo. Y si el gobierno es o parece favorable, habrá que luchar también para obligarle a que defienda y consolide esas pensiones públicas dignas. Por eso mismo hay que insistir; conciencia, organización y lucha pues el futuro depende de ello.