Tudelanos y euskaldunes; por Santi Lorente



 



En las sociedades humanas el camino hacia el respeto y la tolerancia no es cosa fácil. Todos y todas hemos aprendido y estamos en la vía de mejorar nuestra aptitud y actitud en esta asignatura, personal y colectiva, que sigue estando pendiente en muchos aspectos. Reconozcamos que todos somos diferentes y que en el hecho de que no compartimos, ni las mismas ideas y somos de opiniones diversas y dispares, y no por ello debemos buscar culpables.

Existe legalmente un espacio de libertad para las opiniones, para las ideas, independientemente de la raza, cultura o pensamiento que se tenga, si existe respeto. En el peor o mejor de los casos, permitir un “mal” que se puede evitar, conlleva conseguir un “bien”. Permitir no es aprobar, significa no impedir. Las personas, los y las ciudadanas tenemos una enorme responsabilidad en lo personal y como colectivo de cara a implementar valores de tolerancia. Además debemos ser conscientes de que si la tolerancia y el respeto se hacen débiles en la colectividad, los riesgos de que las libertades personales se deterioren, la discriminación aumente y la injusticia social se expanda, son riesgos reales. Estamos hablando de entrar en una fase de ruptura de la convivencia social, cultural y civil y por ello el equilibrio entre los intereses partitocráticos y las necesidades del conjunto de la sociedad no pueden ser opuestos.

Las declaraciones aparecidas en un periódico de tirada estatal sobre la realidad o no realidad del euskera en Tudela, son un ejemplo práctico de la negación del diferente y de las diferencias. En vez de poner en valor la heterodoxia social y cultural, la tradición del mestizaje cultural tudelano, se enaltece la ortodoxia uniformizadora. Se obvia el trabajo de cientos de familias, de personas, que durante décadas en Tudela y la Ribera hemos optado por tener la “lingua navarrorum” en nuestro saber, en considerarnos bilingües en nuestra tierra Navarra, tierra de lenguas y de culturas diversas.

Un periódico que difunde una versión, una idea, que se expande por el conjunto del Estado español pretendiendo dar a entender que nuestros hijos e hijas euskaldunes son bichos raros, extranjeros en su casa. El derecho a elegir la educación de nuestros hijos e hijas se inocula del peor de los desprecios y bajo el manto de que el euskera no es nuestro, de los tudelanos y tudelanas que libremente y sin presión alguna hemos decidido ser y sentir como euskaldunes en nuestra casa, en nuestra ciudad, en Tudela.

Mi padre murchantino y mi madre tudelana, de la desaparecida calle San José, me inculcaron que nadie es más que nadie, que somos más iguales que lo que nos parece. Los que tienen mucho se mueren igual que los tienen poco, y los que tienen poco muchas veces o casi siempre son más felices que los que nadan en abundancia. Lo que diferencia verdaderamente a las personas, posesiones y títulos a parte, es precisamente la educación y la cultura.

Mi hermana es euskaldun, como yo y mis hijos, tudelanos ellos. Tengo amistades desde UPN, hasta Bildu pasando por el PSOE, IE y otros, jamás nadie me ha dicho que soy menos tudelano que ellos y ellas por ser euskaldun. Tengo la impresión que la mayoría de los tudelanos y tudelanas no están de acuerdo en la imagen que de Tudela hace ese periódico y creo también que los protagonistas del artículo no están muy de acuerdo con el resultado final de dicha entrevista.

Felices Fiestas, salud, osasuna eta zorionak, tudelanos y tudelanas.