Memoria de las víctimas en tiempos de 'desmemoria': el caso navarro



 





Hace unas semanas la publicación de unas grabaciones traía las evidencias de la tortura hasta la muerte del joven navarro Mikel Zabaltza en dependencias policiales, y conseguía la singular condena unánime del Parlamento de Navarra. 

Algo que no se consiguió antes aquí, y que tampoco ha sido posible lograrlo ahora en Senado y Parlamento españoles. Todo ello a pesar de constituir la tortura “la mayor vileza imaginable”, en palabras de Tomás y Valiente, presidente del Constitucional asesinado por ETA. 

Este mes de mayo nuestro pueblo puede celebrar el tercer aniversario de la disolución de ETA, una de las expresiones de violencia ilegítima e injusta que trajo a nuestra sociedad víctimas, miedo y degeneración ética durante más de 50 años. 

Esta primavera las calles de Iruña tributan homenaje a sus Víctimas a través de placas con sus nombres. Y hace tres meses se demandaba judicialmente al reconocido investigador navarro Fernando Mikelarena por sacar a la luz acciones y hechos perfectamente documentados relacionados con la represión de retaguardia en el 36 como inicio del franquismo, en una tierra que ha batido tristes records de eficacia represora. 

Mayo es el mes en que se tributa homenaje anual a las víctimas en el Parque de la Memoria de Sartaguda, y este fin de semana se recuerda a los presos asesinados por “cacería” en 1938 tras la fuga de la cárcel de San Cristóbal. Tortura policial, terrorismo y terror del 36 y franquismo constituyen tres negros ejemplos de violencia ilegítima e injusta de raíz política con víctimas a las que se les debe verdad, justicia y reparación. 

Desaparecido Franco, la Primera Transición en Navarra debería conllevar una gran autocrítica colectiva en nuestra propia sociedad: ETA campaba en esos años de plomo con legitimidad política no negada por la Izquierda Abertzale. 

La violencia parapolicial y la tortura o no existían oficialmente, o se hacía con la boca pequeña: “al Estado se le defendía también desde las cloacas”. Y sobre la noche del franquismo y el 36, UPN, consideraba la laureada “un mérito de guerra” “que unos navarros supieran ganar con valor físico y moral”, y un pusilánime PSN- PSOE, más allá de la Ley de Símbolos de 1986, llegó a considerar esta Memoria “un debate artificial al margen de lo que importa a la sociedad”. 

El profesor Mikelarena describe un primer periodo de 1977 a 1981 de “políticas del olvido”, un segundo período entre 1982 y 1996 de “suspensión de la memoria”, y a partir de 1996 comenzaría una última fase, denominada como de “el resurgir de la memoria”. De hecho, de manera singular con respecto al resto del Estado, en Navarra no es sino hasta 2013 cuando la Memoria del 36 y el franquismo alcanza el reconocimiento completo a sus víctimas; eso sí, con la abstención de UPN, que era el partido del Gobierno de Navarra. 

Así pues, Navarra constituía hasta 2015 un ejemplo singular de “desmemoria”, en que el sectarismo político de varios de sus partidos se negaba a considerar ilegítima a alguna de estas tres violencias. A la “desmemoria” oficial de la memoria histórica, al silencio sobre la tortura se le sumaba el principio del final de ETA; no podíamos aspirar a convivir democráticamente con el peligro de una “desmemoria social e institucional elevada al cubo”, en la que cada violencia injusta contara con sus legitimadores políticos particulares. 

No teníamos en nuestras instituciones hasta esa fecha ni tan siquiera una “Oficina de Víctimas”, y la Dirección de Paz y Convivencia que nacía en el Gobierno Barkos debía dotarse de una misma “vara ética de medir” para las tres violencias ilegítimas, de un “arco temporal de la Memoria” que alcanzara a todas las generaciones vivas, y una gran empatía y capacidad de escucha para poder aunar a víctimas unidas por el mismo dolor, y muchas veces separadas por diferentes sensibilidades políticas: Memoria Integral para todas las víctimas, y condena crítica para todas las violencias ilegítimas e injustas de raíz política; todas a la vez, sí, pero sin equidistancias y deteniéndose en cada una de ellas y en su contexto victimológico. 

Memoria para sentar los principios éticos al servicio de la Paz y Convivencia de éstas y las próximas generaciones. La Segunda Transición iniciada en 2015 y continuada en el actual gobierno de coalición representa un salto extraordinario en el plano institucional y en la propia sociedad navarra. El Gobierno, el Parlamento y Ayuntamientos han trabajado de la mano con los familiares de TODAS las víctimas. Con las del 36 y franquismo para su reconocimiento, recuperación, dignificación y reparación moral. Han cobijado a los familiares de las víctimas de la tortura, grupos parapoliciales y terrorismo de la extrema derecha. 

Y desde estas tres instituciones se han puesto todos los medios para abrir los brazos a las víctimas y familias del terrorismo de ETA. El 4 de mayo de 2018, a la vez que en Kanbo la política confirmaba el final de ETA, la Lehendakari de la Comunidad Foral de Navarra y el de la Comunidad Autónoma Vasca respondían desde Bertiz precisamente como representantes de una sociedad cuya legitimidad ETA quiso usurpar. Decía la presidenta Barkos: La Memoria es la que puede hacer que en el presente nuestro pasado y nuestro futuro se den la mano. 

Porque la Memoria no es solo una cuestión de pasado sino también y sobre todo una cuestión de futuro. La Memoria tiene que ver con las futuras generaciones y con la transmisión de la cultura de paz a nuestros hijos e hijas, a nuestros nietos y nietas, para que no olviden lo ocurrido, para que las víctimas no puedan caer en el olvido, y para que quienes legalmente vivan en una sociedad sin violencia pueden construir un futuro mejor. 

La Memoria es la base sobre la que construir una convivencia pacífica en una sociedad más ética, más justa y más democrática que dé respuesta a la reparación integral a la que tienen derecho las víctimas. Recordaba la Presidenta que “el comunicado al que ETA no ha proyectado una mirada ética y crítica a las consecuencias de su acción reconociendo la injusticia del daño causado a todas las víctimas, a todas ellos sin excepción.” 

El gobierno Chivite recoge el testigo de esta Memoria Integral continuando la Segunda Transición, bajo la responsabilidad nuevamente de la consejera Ana Ollo. Quienes -como en Geroa Bai- llevamos en nuestro ADN la Memoria Integral contra las tres violencias ilegítimas e injustas descritas, consideramos que la Verdad es el primer parámetro de una Memoria para la Convivencia, y que NADIE puede exigir de nadie condenas a unas violencias cuando no es capaz de ilegitimar a “los suyos”. 

Por eso la sociedad navarra debe saber si hay algún partido que siga reconociendo la legitimidad de ETA en su actividad terrorista, si hay algún partido que siga negando la tortura ejercida y la violencia parapolicial, o si hay algún partido que considere que la violencia ejercida en aquella Navarra del 36 sin frente de guerra y durante el franquismo respondía a alguna legitimidad. Una Verdad que se le debe a la Memoria, a las víctimas y a las nuevas generaciones que construyen su futuro en Paz y Convivencia. Estamos en tiempos en que “el relato mata el dato”, y en GEROA BAI estamos empeñados en hacerlo al revés: Construir el Relato desde el dato cierto. 

Navarra ha sido un caso singular en la “desmemoria”, pertenece a nuestra autocrítica como sociedad, y debemos ser ejemplares AHORA en desarrollar una “Memoria Integral para la Convivencia”. Y en este sentido, mostrar nuestra alegría ya que el aval que hemos conocido esta semana del TC a la Ley de abusos policiales la entendemos como un respaldo a la firme labor del Gobierno de Uxue Barkos en favor de los derechos humanos para todas y todos. 

Koldo Martínez, Idoia Etxeondo, Raúl Ayala, Mikel Armendáriz, Jokin Zalaia y Adrián Seminario GRUPO DE TRABAJO DE MEMORIA, PAZ Y CONVIVENCIA DE GEROA BAI