Es una pena que el republicanismo español esté en muchas peores condiciones que en el siglo XIX a pesar del creciente descrédito de una monarquía corrupta liderada por un monarca opaco que se ha visto obligado a cortarle algunos privilegios al delincuente de su padre.
El PSOE despliega en este asunto su hipocresía habitual (ellos son los puntales imprescindibles de esta institución antidemocrática y el grupo parlamentario que lidera Pedro Sánchez niega que se investiguen los habituales chanchullos de esta saga cleptocrática apellidada Borbón).
Unidas Podemos, por mucha retórica republicana que exhiban hoy IU y el PCE, han decidido anteponer su estancia en La Moncloa a batallar contra el héroe de Vox, Federico Jiménez Losantos y los terraplanistas del "¡A pore ellos!": Felipe VI, que lastrado por su habitual miopía política se dedicó a echar gasolina al fuego catalán cuando la Policía apaleó a personas que simplemente pretendían votar el 1O, tal y como reconoce hasta Pablo Casado.
Y luego están opciones nacionalistas periféricas como Euskal Herria Bildu, Esquerra Republicana de Catalunya o el Bloque Nacionalista Galego, que arrimarán el hombro para destruir la corona. Pero, mientras no tengan una legítima posibilidad de elegir su futuro de forma democrática, no parecen dispuestas a construir una III República (que debe relevar en el imaginario colectivo izquierdista a la II, tal y como decía Julio Anguita).
Uno de los problemas que tiene el republicanismo español es que el Sistema les ha tranquilizado con una estrategia medieval: el Estado español está dispuesto a destrozar la imagen del corrupto Juan Carlos de Borbón, que sigue exiliado en una tiranía, a cambio de salvar a Felipe VI.
El actual jefe del Estado, nietísimo político de Franco, debería haber sido relevado por la clase política española cuando se conoció que supo que figuró durante más de un año como heredero de una cuenta suiza repleta de soborbos cobrados por un testaferro de su padre.
Por mucho que Felipe VI dijese que no tenía confirmación oficial de la cuenta, tal y como sostiene el discurso oficial pergreñado por medios supuestamente progresistas como los monárquicos El País y La Sexta, este debiera haber sido uno de los motivos que hubiesen justificado su caída.
Felipe VI, blanqueado por los mass media, disfrutó de su Luna de miel gracias al dinero pagado por un testaferro de su padre (tal y como se ha probado en la prensa británica, nunca en la española). Y, además, ha heredado las siniestras amistades de su padre, con Arabia Saudí a la cabeza.
El nieto político de Franco debe someterse a las urnas cuanto antes. Hoy más que nunca, salud y República.