Pedro Pérez Bozal
Julen Etxebeste Sorondo es un hondarribitarra positivista que ha coescrito 'La mochila de Noreste' junto a su excompañero y amigo Carlos López López, natural de Valencia y, al igual que nuestro entrevistado, profesor de Educación Física. De Etxebeste pretendo que vea el vaso medio vacío. Pero desisto ante su entusiasmo. Pasen y lean.
¿De dónde nace 'La mochila de Noroeste'?
A mi compañero y a mí nos gustaba escribir las anécdotas surgían en los viajes que compartimos. Y de ahí han salido veintiún relatos cortos que rememoran aprendizajes vitales que nos regalaron diversos personajes que, algunas veces sin pretenderlo, nos enseñaron diferentes valores.
Te cuento una anécdota: en una ocasión visitamos Galicia y nos encontramos con un vagabundo. Con nuestra mejor voluntad le preguntamos si quería que le comprásemos algo, no sé, un paquete de arroz o algo de leche.
Sin embargo, nos pidió una colonia. Esto nos descolocó. Pero pronto comprendimos que aquel señor simplemente quería sentirse con dignidad y borrar prejuicios. Este es uno de los relatos que protagoniza en el libro nuestro personaje Noreste, que no tiene género ni edad.
¿Parábola laica? Más o menos, pero nuestra intención no es marcar el camino a seguir. De hecho, nuestro único interés es escribir un libro para nuestros hijos futuros. Y es que 'La mochila de Noreste' está pensado para ellos.
Y también está pensado para que escribiésemos. Nosotros no somos grandes escritores. Pero hemos hecho el esfuerzo. ¿Cómo se aprende a jugar al fútbol? Jugando. Nosotros, con mucho respeto y humildad, también hemos aprendido a escribir gracias a este proyecto.
¿Tu positivismo aparece en el libro?
A ver... creo que la vida vale mucho la pena. No hay que intentar que el karma te regale recompensas por portarte bien. La clave no es esperar nada a cambio. Y esto lo intento reflejar en el libro. No pretendo ejemplificar y mi único interés es mostrar cómo han sido diversos pasajes de mi vida relacionados con los viajes.
Yo te digo: he sufrido desgracias cercanas y estas situaciones me han llevado a 'despertar' y a 'vivir la ida', además de vivir la vida.
Eres profesor, en Sarriguren. Entiendo que tu trabajo te facilita el hecho de impartir conocimientos
La educación va más allá de las aulas y la enseñanza se debe basar en algo más que repetir materias. Pero ya te digo que el libro no intenta dar lecciones.
¿Qué aportáis cada uno a la pareja literaria?
En algunas ocasiones parecemos vasos comunicantes: si él está bajo, yo le compenso. Y al revés. La verdad es que nos entendemos desde que nos conocimos impartiendo Educación Física en Canarias. Creo que nos compenetramos bien tanto en la vida como en el libro.
Lo cierto es que hemos trabajado fuerte en equipo. Y esto tiene cosas buenas, la gran mayoría. Y algunas menos buenas. Recuerdo que una noche lo llamé a la una y veinte de la madrugada. Mi intención era consensuar la conveniencia de mantener una coma en una frase, cosa que me pareció fundamental.
¿Su respuesta? Me dijo que si estaba loco (ríe). Esta anécdota revela una de las características que nos unen: somos apasionados.
Además de dar clases y escribir, entrenas al equipo alevín del Club Atlético Osasuna. ¿Qué es lo mejor de entrenar a chavales de trece años?
El deporte te ayuda a evadirte. Y la amistad, que es uno de los ingredientes principales del deporte base, te obliga a esforzarte para ser mejor persona con ánimo de complacer a tu amigo. En definitiva, que es muy reconfortante y la ilusión que irradian los chavales me ayuda a nivel personal.
También este año entreno a Osasuna Genuine, que es un equipo con personas con discapacidad intelectual. Al principio me daba vértigo. Pero aposté por esperar, contemplar y actuar. Y llevo dos meses y la experiencia no puede ser mejor: ver el cariño que te regalan y las ganas que tienen por volver al día siguiente, no tiene precio.
¿Qué hace un chico de Hondarribia en Fitero?
Ya conocía la Ribera porque veraneé varios años en Corella. La verdad es que Fitero me ha transmitido algo especial. Este pueblo se ha portado muy bien conmigo y me he sentido muy arropado. Aquí la gente es muy noble. Y para mí es un sitio muy especial porque pasé la primera ola de la pandemia junto a mi pareja, Leyre.
Es cierto que en Fitero he realizado actividades que nunca pensé acometer: aprendí a labrar, a podar, a cortar la hierba, a hacer chapuzas de albañilería, un día hicimos pasteles con la receta de la familia Falces y hasta sopesé coger de nuevo las botas para jugar en el Calatrava.
La verdad es que me parecieron curiosas todas las actividades relacionadas con la agricultura porque no me habían tocado nunca. Yo provengo de una familia de pescadores. Allí en Hondarribia muchos tienen un barco como aquí tienen una tiendecita, es su inversión familiar que pagan con cada 'marea' que completan.
¿Si me he planteado trabajar en el mar? Sí que lo pensé, pero mi familia me dijo que me olvidara: es muy arriesgado y mucha gente por desgracia no vuelve.
¿Qué quieres ser de mayor?
Me gustaría organizar algo que pudiera ayudar a las personas desde un prisma diferente. Pero todavía está por ver.