Escenas riberas en plena pandemia que no te creerás







En momentos como los que vivimos, una crisis sanitaria sin precedentes en el último siglo, sale a la luz el grado de infantilismo que anida en buena parte de la sociedad considerada como adulta.

Gran parte de la ciudadanía no se atreve a decir que está estresada por estar confinada. Esta cobardía dialéctica, y el hecho de negarse respuesta en la psicología, deriva en que veamos a nuestro alrededor a gente que protesta. Lo hacen con la excusa de que no pueden hacer un deporte que nunca hicieron, o con la excusa de su crío, que está mejor que ellos.

En la Ribera, en los últimos días, se han visto escenas para todos los públicos: casas convertidas en guarderías con niños de varias familias, cumpleaños de niños en pueblos que tienen tasas de contagio disparadas, corrillos en las plazas emblemáticas, cenas en la calle, infectados que salen a pasear sin mascarilla, casillas de campo convertidas en comederos, y 'lugares sagrados' que no cesan la misa diaria, en involuntario homenaje a Berlanga.

Hay alcaldes que se tiran de los pelos, alguaciles que se hacen cruces y policías locales que no suponían la falta de madurez de sus semejantes. Algunos pueblos navarros, visto lo visto, no deberían pasar a la siguiente fase de desconfinamiento. Pero lo harán y este hecho aliviará a la mayor parte de la sociedad, que ha tenido un comportamiento ejemplar.

Aunque no se sabe todavía a qué precio se abrirán puertas. Sea como fuere, es lamentable que exista un grupo heterogéno de personas ignorantes, inconscientes o lastradas por una picaresca suicida. Todas ellas pudren el cesto. Y todas ellas están marcadas por un profundo egoísmo, lacra que afecta a personas de toda índole.

¿Por qué personas inteligentes hacen cosas estúpidas? 

David Robson reparó hace cuatro años en el libro 'La trampa de la inteligencia' sobre el hecho de que las personas más brillantes sean más propensas a cometer mayor número de errores que el resto de la sociedad.

El citado periodista inglés analiza la muerte de Steve Jobs, que se negó a someterse a una operación contra el cáncer que podría haberle salvado la vida; en los envenamientos que se produjo a sí mismo Isaac Newton, padre de la física moderna; o en Linos Pauling, reconocido con un Nobel, que creyó que el cáncer se podía curar con vitaminas. 

Estos errores, según Robson, se deben a un proceso llamado "razonamiento motivado", que es el hecho de abordar cualquier asunto desde un punto de vista parcial, lleno de prejuicios y creencias 'tuertas'.

Eso nos lleva a conseguir teorías que respalden nuestros movimientos 'animales'. Y las personas inteligentes tienden a contar con 'excusas más originales y creíbles', hecho con el que sortean las dudas del resto de los seres humanos.

La que se avecina

España estuvo varios meses de luto cuando varios trenes explotaron en marzo de 2004. Hace dieciséis años morían menos de 200 personas. Y ahora esa barrera es superada casi a diario por una crisis sanitaria que no consigue extinguirse. 

Pero la sociedad está hoy en otro escenario mental: el Gobierno ha abierto los toriles porque el economicismo se prioriza sobre el humanitarismo. ¿La oposición? Llamando "comunistas" a los socialdemócratas y apostando por el contubernio del virus para conseguir con la pandemia lo que las urnas les negaron por cinco veces el pasado año. 

Los científicos ya no se preguntan si habrá rebrote, que lo dan por por hecho. Y es que la pregunta es cuándo será, no si será. Y será muy pronto si la sociedad no respeta el confinamiento, única herramienta eficaz a falta de unos test que domen la situación.