Los resultados de las elecciones municipales en Eibar aquel 12 de abril de 1931 fueron contundentes: 10 concejales socialistas, 8 republicanos y uno del PNV: ni el mínimo asomo de espíritu monárquico en aquella ciudad guipuzcoana de 13.000 habitantes, bastión de la industria armera y del socialismo vasco. Así que no extraña que las horas siguientes al recuento de los votos se sucedieran con una sensación de vértigo. El 13, el ambiente de fiesta inundaba el pueblo, sobre todo por la calle de San Andrés, donde se encontraba la Casa del Pueblo. Y el 14, todavía sin amanecer, a las 6 horas y 50 minutos de la mañana, Eibar se convirtió en el primer ayuntamiento que proclamó la II República española, con la izada de la enseña tricolor en el balcón del Ayuntamiento.
Aunque es cierto que una multitud invadía las calles desde el amanecer, las horas de aquella jornada fueron quizás las más largas en la historia de la localidad armera. Salvador Marzana, clarinete en la Banda Municipal, socialista desde antes de nacer (su abuelo fue Aquilino Amategui, un destacado líder del movimiento obrero), recuerda con nitidez aquella jornada que vivió con 13 años. "Fueron horas largas, porque a la alegría de la proclamación, sucedieron momentos de incertidumbre: muchos nos decían que nos habíamos precipitado, que las capitales (Bilbao, San Sebastián) no habían tomado ninguna decisión. Y tampoco teníamos noticia de lo que ocurría en Barcelona y Madrid", recuerda.
En las dos ciudades más importantes del país, la República se proclamó a las tres de la tarde. Pero no eran tiempos de Internet y televisión. "Y tampoco todo el mundo tenía radio o teléfono; las noticias corrían de boca a oreja y no faltaban los rumores", aclara Marzana, quien durante aquel día no había acudido a la escuela y se mantenía expectante como miembro de la banda municipal. "También ayudó a la tranquilidad de la población, la confirmación desde primera hora de la mañana, de que la Guardia Civil no estaba dispuesta a intervenir".
Y a eso de las seis de la tarde, se confirmó la proclamación oficial. La fiesta fue total, para casi todo Eibar, porque también en la ciudad había monárquicos, como el director de la banda, al que no le sentó nada bien el cambio de la marcha real por el Himno de Riego. Pero no hubo conflictos; la mayor parte de los 13.000 habitantes que entonces poblaban Eibar seguían el lema vital del socialista Marzana: "Paz, respeto y comprensión".
Así que ni siquiera en un ámbito tan reducido como el de una pequeña formación musical surgieron roces aquel día. El enfrentamiento entre los miembros de la banda llegó un año más tarde, el 1 de mayo de 1932. El director, aquel monárquico, había fallecido la víspera. Y los músicos se debatieron entre abstenerse de celebrar el día del trabajador en señal de duelo o acompañar al alcalde y los concejales durante los actos oficiales. "Hubo sus más y sus menos entre nosotros, pero al final se resolvió el asunto; en el pueblo siempre hubo buenas relaciones entre los vecinos y ya en la Guerra Civil, se pueden recordar más actos de generosidad entre enemigos que de venganza", recuerda Marzana.
Aquellas jornadas de abril, los músicos municipales se emplearon a fondo. Sobre todo, el 14, desde el momento en que Mateo Careaga, el concejal más joven de aquella corporación presidida por Alejandro Tellería, izó la bandera tricolor. Las imágenes del momento retratan un gentío que aumentaba conforme pasaba el día. Emotivo es el momento en el que el bombero Azpiazu, conocido como Eltzartza cambió el nombre a la plaza del Ayuntamiento de Alfonso XIII por el de la República; o cuando la multitud llega hasta el cuartel de la Guardia Civil para colocar la nueva enseña oficial.
A partir de ese momento, los cambios se sucedieron vertiginosamente en todo el País Vasco, incluso en lugares donde la alianza de izquierdas republicana fracasó como Vitoria o Durango. Eso sí, el entusiasmo (incluso en Bilbao, donde los monárquicos sólo consiguieron tres ediles), nunca llegó al que se vivió en Eibar.
Quizás por ello el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, acudió el 13 de septiembre de 1932 a visitar la localidad. "Aunque no era de izquierdas, le recibimos con todos los honores", apostilla Marzana. Para entonces, España había vivido una transformación radical que Eduardo Aparicio, líder comunista guipuzcoano, que vivía aquel 14 de abril en Mira (Cuenca) analiza con rigor: "El advenimiento de la República no fue una sorpresa: había signos claros de que la monarquía había llegado a su fin, se vislumbraban cambios, como reflejaba el pacto de San Sebastián, entre Alcalá Zamora y Miguel Maura, firmado en agosto de 1930, en el que participaron fuerzas de la burguesía para impulsar el tránsito de la monarquía a la república", señala Aparicio.
El luchador antifranquista tiene claro que, además de la voluntad de cambio que vivía la sociedad, la República no hubiera sido posible sin el entusiasmo de los jóvenes. Aparicio tenía veinte años, cuando en 1936 un grupo de militares se levantó contra la democracia. "Siempre he pensado que les impulsaba sobre todo el cortar con las reformas económicas, sobre todo la agraria, más que las cuestiones religiosas; y enfrente se encontraron a un ejército formado en parte por jovencísimos voluntarios".
Jóvenes que habían vivido una profunda transformación vital y no querían perderla. Eduardo Aparicio lo explica con el cambio que vivió en aquel pequeño pueblo conquense en el que residió durante todo el periodo: "En aquellas elecciones de abril de 1931, ganaron los monárquicos porque los vecinos iban a votar de la mano de los terratenientes en un lugar donde los sindicatos casi ni existían; medio año después, la UGT competía con la CNT; pronto surgieron los ateneos y otros centros populares de aprendizaje. Y en los comicios de 1936 aquellos campesinos votaron al Frente Popular".
Eibar no necesitó tanto tiempo para apostar por vientos nuevos. Un buen ejemplo, la cuestión del Estatuto de autonomía. El 18 de abril de 1931, cuando en muchos lugares todavía no se había proclamado oficialmente el nuevo régimen, el Ayuntamiento de la ciudad guipuzcoana lanzó su primer bando en el que se pedía la "reforma del código político de la nación" para solicitar el Estatuto. Y como si no hubieran pasado 75 años, entonces ya se acusaba al PNV de tibieza, de poca definición, en su comportamiento político, lo que motivó que el único edil jeltzale de los 19 presentara una protesta a la moción.
La ciudad armera ha duplicado hoy su población, han llegado emigrantes de otras zonas de España y también de pueblos de Guipúzcoa donde aquel 12 de abril había triunfado las posiciones más reaccionarias. "Efectivamente, vivimos un auténtico mestizaje, pero creo que conservamos la mejor herencia de aquellos que proclamaron la República: el ser liberal", concluye el alcalde de Eibar, Iñaki Arriola.
Publicado el 13-05-06 en El País