Jugar limpio





Vía: Ctxt

En pocas promesas electorales coincidían tanto los dos partidos que hoy forman la coalición de Gobierno como en el compromiso de impedir que la publicidad siguiera estimulando las apuestas deportivas, una lacra social que está conduciendo a la adicción y a la ruina especialmente a jóvenes, parados y a otros colectivos vulnerables, sobre todo en los barrios más pobres.

PSOE y Unidas Podemos dejaron claro en sus últimos programas electorales que acabarían con la publicidad de las apuestas y juegos de azar. El acuerdo suscrito por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no dejaba resquicio a la duda o la interpretación: “Aprobaremos una regulación de la publicidad de los juegos de azar y apuestas en línea, de ámbito estatal y similar a la de los productos del tabaco”. Es sabido que, desde 2005, está prohibido por ley el patrocinio, la publicidad y la promoción del tabaco en todo los medios y soportes. Ese era el alcance que se anunciaba para las apuestas y juegos de azar.

Es desalentador que la primera medida rompedora del nuevo Gobierno incumpla una promesa tan clara y fácil de aplicar. Bastaba con una ley de un solo artículo: “Queda prohibido el patrocinio de las apuestas y juegos de azar, así como toda clase de publicidad y promoción de las citadas actividades en todos los medios y soportes”. Esto es exactamente lo que dice la ley del tabaco.

Alberto Garzón, ministro de Consumo, ha actuado con rapidez para hacer frente a este problema, pero con las prisas ha soslayado dos decisiones básicas: sustituir al director general del Juego que nombró Rajoy y prohibir toda la publicidad de las apuestas salvajes. Para ello se ha enredado en una compleja normativa que limita casi todo pero no acomete lo principal, impedir que el juego se publicite. Sin duda, la regulación supone un avance, pero escaso, porque se permiten los anuncios en los partidos principales, a partir de las 20.00 horas, cuando las apuestas están en su momento álgido y hay muchos menores ante el televisor. Además, la maraña de normas que se establecen hará más difícil su vigilancia y más fácil su incumplimiento. Los argumentos que ha ofrecido Garzón en los medios que han presionado para rebajar sus pretensiones suenan a excusas, como las que se dan siempre que no se quiere hacer algo.

La realidad sigue ahí y es, en todo caso, sangrante. El juego on line captó para su negocio a un millón y medio de personas en 2018. Los ciudadanos se gastaron en juegos de azar 17.000 millones de euros ese año, un 210 por ciento más que cinco años atrás. La mayoría eran jóvenes de 18 a 35 años. Un estudio de la propia Dirección General del Juego señala que los jóvenes de clase social baja y media baja necesitan ayuda social para salir de este agujero.

Ahora sabemos que al dolor que provoca la ludopatía en las familias, una epidemia similar a la que esos mismos barrios sufrieron en los años ochenta con la heroína, hay que sumar otro peligro: la capacidad que tienen quienes manejan este negocio para impedir que un Gobierno ponga coto real a un problema de salud pública.

A este juego al que es imposible ganar no solo están enganchados miles y miles de clientes. Todos los equipos de LaLiga, salvo la Real Sociedad, tienen patrocinio de casas de apuestas. Y las televisiones, radios y agencias de publicidad obtienen buena parte de sus ingresos gracias a la sobredosis de apuestas durante las retransmisiones de fútbol. Desde el punto de vista empresarial, esta dependencia debe considerarse absurda dada la enorme concentración de riesgo. Pero las casas de apuestas han incrementado sus gastos en publicidad en un 162 por ciento desde 2013, y es evidente que muchos medios deportivos tendrían que cerrar o despedir trabajadores si perdieran esos ingresos.

Además, hay una segunda derivada, la de los préstamos rápidos que ofrecen chiringuitos financieros y bancos más o menos conocidos a quienes no saben cómo salir del hoyo y a sus familiares. El equipo formado por clubes de fútbol, grandes grupos de comunicación y usureros ha ganado la primera batalla al Gobierno progresista.

El valor de Unidas Podemos, cuando emergió en el panorama político español, no estaba solo en ponerse del lado de los desfavorecidos. Tanto, o casi más, se les suponía dispuestos a no dejarse amedrentar por las Tramas en sus decisiones de gobierno. En el juego no ha ocurrido así, y se trata de una enorme decepción para muchos votantes. Ya se sabe que se hace campaña en verso y se gobierna en prosa. Y que gobernar es el arte de lo posible. Pero el primer renuncio del Gobierno PSOE-UP ha sido una formidable bofetada de realismo sucio.