Cultura y tolerancia









Cultura. Una palabra tan bonita en su pronunciación y en lo que sugiere al ser pronunciada. Un término que va estrecha e inevitablemente ligado a la cultivación y la mejora de las personas, a la riqueza de éstas a través de un mayor conocimiento. Un concepto que va unido al de diversidad y que supone la consecución de una sociedad con valores positivos como el respeto entre todos los miembros de dicha sociedad. Porque sólo de esta manera, en definitiva desde la variedad y la tolerancia, lo colectivo se hace más rico, interesante y valioso. La pluralidad cultural es un tesoro, la cultura de un pueblo es un tesoro.

Hace ya algún tiempo escribí unas líneas, desde otro foro, donde expuse la realidad de que gozamos en la Ribera de Navarra a nivel educativo, cultural y social en lo que se refiere a una parte de nuestra cultura autóctona y de un idioma propio de Navarra como es el euskera, la antiguamente llamada Lingua Navarrorum; una realidad que hace de la Ribera un entorno plural y diverso. Dejé constancia, con datos, de que en nuestro entorno ribero, en la capital, Tudela, en nuestra Corella… tenemos la suerte de contar con una riqueza cultural que proviene de la diversidad a la hora de sentir y de vivir, de expresarse, de relacionarse y de adquirir conocimientos por parte de sus gentes. Esta es una realidad que, como se demostró en el chupinazo de las fiestas de Santa Ana, en Tutera, el pasado 24 de Julio, los defensores de la intolerancia, la antítesis de la cultura, todavía se resisten a admitir.

Yo estuve presente en el cohete de Tudela y conozco a la que fue encargada de dar inicio a las fiestas, Edurne León. Encargada este año de dicho acto por ser una mujer comprometida con la igualdad y el respeto y por su compromiso con diferentes causas que van encaminadas en este sentido. Edurne es tudelana y euskaldún, recibió su educación en la Ikastola Argia de Fontellas; culturalmente podemos decir que es una más de ese colectivo de ciudadanos y ciudadanas de Tudela que tienen como lenguas propias el castellano y el euskera, como navarros y navarras que son, y que viven con naturalidad esa dualidad que es ser de Tudela y euskaldunes.

Si atendemos a esta realidad ¿cómo puede ser que lanzar un chupinazo bilingüe desate como desató la ira inmediata de una parte demasiado numerosa de esa gente que no tiene conocimiento del euskera en Tudela? ¿Acaso a todas esas personas, a las cuales parecía haberles sentado fatal el almuercico anterior a dicho acto, les hace daño escuchar junto a los “vivas” de turno un “gora”? Mi conclusión es que desconocen a esa otra parte de sus convecinos que sí utilizan el euskera, lo sienten como propio y lo viven. Porque si tienen conocimiento de la existencia de esos otros tudelanos y tudelanas el asunto sería más grave puesto que sus pitos y abucheos querrían decir que no toleran la forma de vivir y expresarse de sus paisanos, y esto, desde el punto de vista de la democracia y las libertades, sería gravísimo, planteándonos que en nuestra sociedad tenemos un serio problema: La incultura de la intolerancia.

Como miembro de la asociación cultural corellana Tambarria, que trabaja y vive la cultura de Navarra con mucho cariño, desde el respeto y la pluralidad y, por qué no decirlo, por la normalización de una lengua milenaria, tan navarra como bonita, que es el euskera solamente me queda dar las gracias a Edurne y mostrar mi alegría por un acto tan emotivo y plural.

Mila esker, Edurne.


CARLOS ARELLANO
CORELLA