Sobre las pintadas de Caparroso








Al ver el texto de esta pintada aparecida en Caparroso se podría pensar en un cambio discursivo de los que vienen oponiéndose con especial agresividad a cualquier medida orientada desde las instituciones navarras a la recuperación y promoción del euskera. Va a resultar ahora que es el batua lo que les molesta, que no se opondrían a la defensa de las diferentes variedades dialectales navarras, algunas ya desaparecidas. Estas sí formarían en ese caso parte de nuestro patrimonio cultural, no así el batua, una imposición exógena.
Casi avergüenza decir, por lo obvio que resulta, que la unificación lingüística, condición indispensable para la supervivencia del idioma, no vino de ningún territorio ajeno, sino impulsada por Euskaltzaindia, institución cultural fundada por las cuatro diputaciones, de la que por cierto, un navarro, José María Satrústegui, fue secretario durante 14 años. Que el batua en todo caso es mucho menos impuesto en Navarra que lo que puede serlo en Bizkaia o en Zuberoa, donde se hablan variedades mucho más alejadas. Que ningún euskaldun que quiera que perviva su idioma se opone en su sano juicio a la creación de criterios lingüísticos unificados.
La acusación de discriminación tampoco es de hoy. Los escribanos monolingües del siglo XVIII ya se consideraban perjudicados por no poder establecerse en los pueblos euskaldunes -la mayoría en aquella época-, y aliados de la represión escolar y de la burocracia administrativa, entre todos consiguieron identificar el vascuence con el atraso, los iletrados, la excepcionalidad de unos pueblos y valles marginados, refractarios al progreso, cuyo vehículo era el castellano. Es más, se indicaba como conveniente olvidar el euskera, de manera que ser monolingüe castellano era símbolo de modernidad.
Entonces no existía el batua. Los niños castigados por portar el anillo tras delación colectiva entre los escolares, hablaban dialectos navarros. Cualquier forma del euskera, vascuence o como se le quiera llamar, era denostada, objeto de humillación y en no pocas ocasiones de persecución.
Los autores de la pintada no serían capaces de distinguir una expresión en batua de las de ninguna de las variedades de origen navarro. Porque estas nunca les han interesado, ni las han hablado, ni han tenido otro interés que el de su entierro y olvido. Odian el batua igual que cualquier forma del euskera. Son los eternos discriminadores que ahora pretenden aparecer como discriminados.

Praxku – Martes 04-04-2017