El clan del oso corellano: de Hitler a Sanz, la conexión Arrese









Extracto del libro El Corralito Foral:

Amanecía el 21 de enero de 1943 en los Alpes bávaros y a buen seguro Adolf Hitler no había dormido bien en su refugio de los Alpes bávaros. El día anterior, el general Von Paulus le había suplicado permiso para rendirse en Stalingrado ante el incontenible contraataque del Ejército Rojo, pero el Fuhrer le había ordenado “luchar hasta el último hombre; prohibida la capitulación”. Era el principio del fin del III Reich.


Arrese, visitando a Hitler (1943) en su refugio de los Alpes bávaros, mientras se hundía el frente de Stalingrado.



En esas estaba Hitler, sopesando la opción de declarar la “guerra total” que días después propondría Goebbels, cuando le avisaron, a eso de las once de la mañana, de que tenía una visita oficial. Se abrió la puerta de su despacho, y entraron el ministro Von Ribbentrop y el jefe de las SS, Martin Bormann, acompañados por un oscuro jerarca español, ataviado con el típico bigote nazi-falangista de la época: José Luis Arrese.
El ministro-secretario de Falange no estaba solo: iba escoltado por Gabriel Arias-Salgado, jefe de Propaganda de Falange y padre de Rafael Arias-Salgado (mucho tiempo después ministro de Aznar y también presidente de Carrefour-España, entre otras cosas). Ambos firmaron en el libro de honor del III Reich y rindieron pleitesía a Hitler sin sospechar que el regímen nazi se encaminaba, desde ese mismo día, a su liquidación militar.

“Este viaje a Alemania puede considerarse triunfal”, contaba el ABC, “al haberse patentizado (sic) la ola de simpatía y cordialidad” entre el régimen de Hitler y el de Franco.
Para entonces, Arrese ya era todo un fan del nacionalsocialismo. Unos años antes, en 1940 y 1941, había invitado a Heinrich Himmler (comandante en jefe de las SS) “para demostrar la camaradería de falangistas y nazis en el terreno científico, y de manera especial en el estudio de nuestros comunes problemas culturales y raciales”. Arrese solicitó la asistencia técnica de los nazis para unas excavaciones arqueológicas (la primera en Castiltierra, Segovia) que compartirían objetivos y métodos con la Deutsches Ahnenerbe (Herencia Ancestral Alemana), la siniestra organización arqueológica encargada de buscar el martillo de Thor, el oro de los godos o el Santo Grial (misión en la que los nazis toparían, en la ficción, nada menos que con Indiana Jones). Los intereses de Arrese eran más modestos, pero no menos siniestros: “Crear en España una organización similar a la Ahnenerbe, dependiente de Falange, para controlar las bases ideológicas de la prehistoria y la arqueología españolas”. El propósito de Hitler, bien conocido, era demostrar científicamente la supremacía de la raza aria, una abominable teoría que, por lo visto, Arrese quería adaptar a la Iberia falangista y grisácea de los años 40.